El martes 10 de diciembre, Israel llevó a cabo unos 300 ataques en Siria y “destruyó los principales emplazamientos militares”, indicó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), cuyo El Fígaro se hizo eco. El Estado judío bombardeó en particular aeropuertos, radares, depósitos de armas y municiones y centros de investigación militar en varias regiones, incluida Damasco, y dañó buques de la marina siria al atacar una unidad de defensa aérea en el noroeste del país. Según el OSDH, estos ataques tienen como objetivo “la destrucción de las armas restantes en almacenes y unidades militares que estaban controladas por las fuerzas del antiguo régimen”.
Este lunes Israel confirmó haber destruido en los últimos días “armas químicas” en Siria para evitar que caigan en manos de los rebeldes, tras la caída de Bashar al-Assad y la toma del poder del grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham. Según el jefe de la diplomacia israelí, Gideon Saar, los rebeldes están impulsados por “una ideología extrema del Islam radical”. Y para agregar: “Por eso atacamos sistemas de armas estratégicas, como restos de armas químicas o misiles y cohetes de largo alcance, para que no caigan en manos de extremistas”.
El resto después de este anuncio.
El líder de los rebeldes, Abu Mohammed al Joulani, ex jefe de la rama siria de Al Qaeda, intenta desde hace varios años borrar su radicalismo. Así, en Telegram, atacó “funcionarios implicados en la tortura contra el pueblo sirio”. “Perseguiremos a los criminales de guerra y exigiremos que sean entregados por los países a los que huyeron para que puedan recibir su justo castigo”continuó. En 2022, el OSDH estimó que desde el levantamiento de 2011, más de 100.000 personas han muerto en el complejo penitenciario sirio, en particular a causa de torturas.