SEl sábado 7 de diciembre, Francia puede que ya no tenga gobierno, pero tendrá a Donald Trump. Al optar por honrar a Notre-Dame en su primer viaje al extranjero desde su victoria el 5 de noviembre, el presidente electo estadounidense tal vez cumpla, a su manera, los deseos de Emmanuel Macron, que esperaba que la exitosa reconstrucción de la catedral provoque “un shock de esperanza”.
La esperanza, en este caso, sería la de una reunión fructífera entre Trump y el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, si él también decide venir a París el sábado. Porque en términos de shock de esperanza, por el momento, es más bien el shock de caos que produce la perspectiva del regreso de Donald Trump a la Oficina Oval. La tradicional transición washingtoniana de una administración a otra se ha transformado en un período explosivo donde, entre el 5 de noviembre y el 20 de enero, fecha de la toma de posesión del futuro presidente, la desorganización del mundo se acelera vertiginosamente. La elección de Donald Trump y la incertidumbre que mantiene en torno a sus intenciones diplomáticas, como una práctica muy personal de ambigüedad estratégica, actúan como catalizador de las crisis más graves del momento.
Al pregonar que no quería verse distraído, una vez en la Casa Blanca, por guerras que le impedirían centrarse en sus verdaderos problemas –la inmigración ilegal y China–, Donald Trump presionó a los beligerantes. En Ucrania y Oriente Medio todo el mundo intenta anticipar las opciones radicales que Washington podría favorecer para intentar poner fin a sus conflictos.
Protección de la OTAN
En el teatro de operaciones ucraniano, Moscú está aprovechando su ventaja, bombardeando con más fuerza y utilizando la intimidación nuclear a toda costa. En Europa, el Kremlin está intensificando la guerra híbrida, aumentando los actos de sabotaje y dando voz a sus partidarios más acérrimos. Así, el experto ruso en pensamiento estratégico Sergei Karaganov explica a Fígaro que dado que la disuasión ya no funciona, debe ser reemplazada “por miedo” : « Síinsiste, es necesario conducir a una escalada. Aliento a Rusia a avanzar en la escalera de la escalada hacia la disuasión y la intimidación. Debemos ir más allá y, en primer lugar, recuperar la sobriedad de nuestros vecinos europeos que han perdido la cabeza. Como hace cien años, están empujando al mundo hacia una guerra mundial. »
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