Boualem Sansal no tendrá derecho a un recordatorio de su terrible experiencia todas las tardes a las 20.00 horas como los rehenes en el Líbano. Pero precisamente por ser francés ha caído en el olvido argelino. Fue porque Emmanuel Macron le concedió la nacionalidad francesa en junio pasado que los generales encerraron al escritor de 75 años. Quieren imponerle una pena muy dura, es decir, cadena perpetua. Se trata de humillar a Francia y a su presidente. Atrápalos, véngate, castígalos.
Qué ? Haber reconocido los derechos de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, mientras Argel financia a la guerrilla del Polisario y a la fantasmal República Árabe Saharaui Democrática desde 1975. Argel soñaba con acceder al océano Atlántico y controlar este castillo de arena abandonado por España tras la muerte de Franco. Al ponerse del lado de Marruecos, París ha cruzado una línea roja que Argelia quiere seguir quemando. Cincuenta años de mantener el último centro de descolonización de África. Intentar que sea una causa sagrada, como la de Palestina. Los rebeldes interpuestos contra el vecino marroquí harán la guerra. Boualem Sansal cayó en este frente imaginario, en una guerra digna del desierto tártaro. ¿De quién es la culpa?
Tenía que ser francés para convertirse en objetivo.
Un autor encarcelado sigue agitando París. El muelle de Conti hizo sonar la campana. Detrás de los premios de la Academia y de los Inmortales, el mundo literario ha hecho una petición. Los escritores se toman en serio sus firmas. Hacen señas como si otros caminaran al mismo paso. La nobleza de bata se movilizó, hasta el último bedel incrédulo de Saint-Germain-des-Prés: Benjamín Stora acabó uniéndose al cortejo de peticionarios. Boualem Sansal ya tiene su pasaporte del Barrio Latino. Hasta ahora, se creía protegido por su insignificancia: los Cerberus en el poder en Argel se esfuerzan por borrar el francés de la memoria colectiva y no leen sus libros. Tenía que ser francés para convertirse en objetivo.
Un suspiro desde el Elíseo
Un islamista, ministro de Abdelaziz Bouteflika y luego Abdelmadjid Tebboune, que denunció a Francia. “enemigo tradicional y eterno”, exige lo peor para el traidor, acusado de socavar la integridad territorial por haber recordado que antes de la colonización, el oeste de Argelia dependía del sultán de Marruecos. La policía sospecha que es el agente oculto de Israel, Marruecos y un lobby antiargelino francés.
Al vivir en la paranoia, un régimen policial acaba creyéndose las fábulas que cuenta. Sus obsesiones lo traicionan. Locos de miedo, los burócratas estalinistas encerraron a sus oponentes en manicomios psiquiátricos. Durante la Revolución Cultural, los ignorantes Guardias Rojos enviaron intelectuales a campos para educarlos. Asimismo, la policía secreta argelina imagina que un escritor disidente tiene cómplices, mentores, una red como el FLN con sus portadores de maletas.
El resto después de este anuncio.
No es mediante el arrepentimiento como Francia se hará amada
El ruido mediático contrasta con la discreción de la máquina estatal. El Elíseo suspira: “El presidente está preocupado y sigue el asunto de cerca”. El Quai d’Orsay exige protección consular para el detenido, es decir, el derecho a llevarle naranjas. Cuando esto nos sorprende, decimos con aire conspirativo que debemos dejar que la diplomacia surta efecto. Sea paciente, cauteloso, esperanzado. En resumen, tratar al Estado argelino como a los secuestradores del Este o a los salteadores de caminos del Sahel.
Es absurdo. Argelia tiene derecho a mantener relaciones de igual a igual. ¿Ella sólo respeta el equilibrio de poder? Corresponde a Francia utilizar los medios de presión a su disposición. Bloquear las transferencias financieras, suspender parte de los trescientos mil visados anuales, reformar el código de salud pública que permite tratar a la nomenklatura en París, exigir responsabilidades a los generales por las ganancias mal habidas aquí con el dinero de la corrupción allá, etc.
No es mediante el arrepentimiento como Francia se hará amada. Es siendo respetado. Protegerá así a sus nacionales, que dejarán de ser rehenes potenciales.
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