A pesar de las medidas adoptadas por las autoridades para frenar el aumento de los precios de la carne roja, el impacto esperado tarda en materializarse. La importación de carne fresca y congelada, que supuestamente aliviaría la presión sobre los hogares, no parece satisfacer las expectativas de los consumidores, especialmente en las grandes ciudades como Casablanca.
Mientras que los precios de la carne de vacuno oscilan entre 90 y 92 dírhams el kilo en los mercados mayoristas y los del cordero entre 100 y 120 dírhams, la situación alimenta una creciente frustración entre la población. La eficacia de esta política de importación está en duda, tanto por los profesionales del sector como por los consumidores, ante un doble problema: los precios elevados y las dudas persistentes sobre la calidad y la conformidad de la carne importada.
En el centro de esta crisis, la desconfianza hacia la carne importada domina los debates. Muchos ciudadanos expresan sus dudas sobre el respeto de las normas islámicas de sacrificio de la carne procedente del extranjero. A pesar de las garantías de las autoridades, respaldadas por certificados de cumplimiento de los principios halal, esta percepción negativa persiste.
Esta desconfianza se traduce en una marcada preferencia por la carne local, considerada más segura y de mejor calidad. Para muchos consumidores marroquíes, la frescura y la transparencia del proceso de sacrificio local son garantías esenciales. Como resultado, la carne importada tiene dificultades para encontrar compradores, incluso en un contexto de crisis económica donde, en teoría, su costo debería atraer a los hogares que buscan alternativas más asequibles.
Este rechazo tiene repercusiones directas en los pequeños carniceros, que se muestran reacios a adquirir carne importada por temor a pérdidas económicas. “Los consumidores no aceptan esta carne y esto coloca a los comerciantes en una situación delicada”, afirma el sindicato nacional de comerciantes y profesionales de mataderos.
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Carniceros en primera línea
Según los profesionales del sector, la falta de confianza en la cadena de suministro y en las instituciones responsables de garantizar la calidad y la conformidad de los productos constituye un obstáculo importante. Esta situación revela una crisis sistémica que va más allá de la simple cuestión de los precios: toca el corazón de los mecanismos de regulación, comunicación y control sanitario.
Para abordar estas preocupaciones, algunos profesionales piden una revisión en profundidad de la estrategia actual. Entre las soluciones que se barajan está la importación de ganado vivo desde América Latina. Este modelo permitiría a las autoridades marroquíes supervisar localmente el proceso de sacrificio, garantizando así el cumplimiento de las normas islámicas y tranquilizando a los consumidores.
Además, este enfoque podría tener un efecto positivo en los costes al limitar los costes de transporte y apoyar la actividad de los mataderos locales. Una estrategia de este tipo también ofrecería una respuesta estructural al desafío de la seguridad alimentaria, al fortalecer la resiliencia del mercado frente a las fluctuaciones internacionales.
La crisis actual no se limita a una cuestión de desconfianza. Tiene lugar en un contexto económico marcado por la inflación, el aumento de los costos de producción y la presión sobre el poder adquisitivo de los hogares. El alto precio de la carne roja, un alimento básico en la cultura culinaria marroquí, está exacerbando las tensiones sociales, particularmente entre las clases media y trabajadora que ya sufren el aumento de los precios de los alimentos.
Además, la ausencia de reformas estructurales y de mecanismos eficaces para regular el mercado empeora la situación. Los expertos advierten que sin una intervención coherente, esta crisis podría persistir, comprometiendo aún más la confianza de los consumidores en las instituciones.