Es una enfermedad crónica que amenaza con asfixiar el sustento económico de Nigeria: el petróleo.
En el delta del Níger, cuna del maná negro, la fiebre no cesa para la industria petrolera. Ataques incesantes a oleoductos, robos a gran escala de petróleo crudo… La hemorragia ya no se detiene, a pesar de las reformas que supuestamente deberían ponerle fin.
Una pesadilla que asusta a las grandes potencias extranjeras, ahora en camino de la retirada, nos dicen nuestros colegas de Jeune Afrique.
Cansados de este clima de inseguridad permanente, están vendiendo sus concesiones petroleras, dejando el campo abierto a los actores nacionales. Queda por ver si estos nuevos actores podrán detener la hemorragia.
Porque el flagelo se extiende, año tras año. En 2022, los volúmenes de crudo desviado alcanzarán un nivel estratosférico de 400.000 barriles por día, ¡el equivalente a 730 millones de dólares esfumados!
Una sangría abismal a la que se suman los 296 millones devorados por la reparación de oleoductos saboteados.
Ante la emergencia, las autoridades intentaron recuperar el control en 2021 con una nueva ley petrolera. Pero el remedio todavía lucha por producir sus efectos.
La idea de crear fondos comunitarios financiados por empresas para implicar a las poblaciones locales se debate entre desacuerdos sobre los importes y los métodos de redistribución.
¿Qué parte va realmente a los residentes locales? ¿Cómo desglosar los presupuestos operativos entre actividades extractivas y de refinación? ¿Quién decidirá qué proyectos financiar y los pueblos afectados? Tantas cuestiones espinosas que ponen en duda la representatividad de las futuras fundaciones de aldeas.
Una amarga observación que deja pocas esperanzas de detener la espiral de ataques y sabotajes.
En este caos, es difícil imaginar que la población de repente tenga algún interés en proteger instalaciones previamente saqueadas.
En Nigeria, la crisis se está gestando bajo tierra con el petróleo. A falta de soluciones duraderas, algún día el grifo del principal recurso del país podría cerrarse definitivamente. Un freno devastador a una economía ya asfixiada.
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