“La fragmentación de la globalización exige que Europa vaya más allá del enfoque económico para diseñar una estrategia geopolítica”

“La fragmentación de la globalización exige que Europa vaya más allá del enfoque económico para diseñar una estrategia geopolítica”
“La fragmentación de la globalización exige que Europa vaya más allá del enfoque económico para diseñar una estrategia geopolítica”
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miAl anunciar, el domingo 9 de junio, la disolución de la Asamblea Nacional la noche de los resultados electorales, Emmanuel Macron transformó el voto europeo en una cuestión nacional. Sin embargo, sería apropiado reconocer las cuestiones internacionales de esta elección, en particular las decisiones estratégicas que la Unión Europea tendrá que tomar, frente al abrumador rival chino y al engorroso aliado estadounidense.

Cuando China anunció su nueva llamada estrategia “doble circulación”, en 2020, afirmó reducir su dependencia de los mercados extranjeros confiando más en su demanda interna. En este importante ejercicio de reequilibrio de la economía china, un mercado interno dinámico se convertiría en el principal motor del crecimiento del país, que permanecería abierto al comercio internacional. Este anuncio fue recibido con alivio por Europa y Estados Unidos, cuyas industrias se habían visto perturbadas desde principios de siglo por las exportaciones chinas.

Sin embargo, el persistente exceso de capacidad de la economía china, que sigue exportando bienes a precios inmejorables, demuestra que este reequilibrio ha sido sólo muy relativo: según el economista Brad Setser, el superávit comercial del sector manufacturero chino alcanzó un récord del 2% del PIB mundial después de la pandemia, superando con creces los superávits récord de las potencias exportadoras de ayer, Japón y Alemania. China parece incapaz o no quiere impulsar su mercado interno y el consumo de los hogares, lo que podría alimentar aún más las tensiones comerciales con el resto del mundo. La división chino-estadounidense podría volverse sino-occidental, si no lo es ya.

¿Una lectura alternativa de los dos gigantes americanos y chinos?

La receta estadounidense para hacer frente a la presión económica de Beijing está ahora bien documentada: basándose en una combinación de aranceles aduaneros y una política industrial proactiva, Washington pretende contrarrestar la influencia china mediante una intervención masiva de las autoridades públicas. Este enfoque es costoso para el gasto público estadounidense y alimenta la inflación. También supone que el Estado es lo suficientemente inteligente como para realizar apuestas estratégicas a muy largo plazo identificando sectores clave, lo que podría resultar riesgoso.

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Joe Biden recuerda sin duda el caso de la empresa solar Solyndra: la administración Obama había concedido una garantía de préstamo de 535 millones de dólares a la empresa, que luego quebró en 2011, provocando, en plena campaña electoral, críticas por los vínculos de Solyndra con Los donantes demócratas, así como la gestión gubernamental del programa de préstamos.

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