Jean-Daniel Lorieux, fotógrafo travieso
De Courrèges a Chanel, de Dior a Lanvin, de Cardin a Paco Rabanne, las grandes casas han recurrido a su ojo experto para realzar sus creaciones, lucidas por las más grandes modelos. Y desde la emoción de los años 60 hasta la actualidad, ha convivido con Claudia Schiffer, Jacques Chirac, Salma Hayek y Johnny Hallyday.
Pero, como descubrimos en esta exposición, Jean-Daniel Lorieux, encontrado in situ, no se toma nada en serio y mucho menos a sí mismo. Si su carrera está marcada por la elegancia, lo que le alegra es crear sorpresas.
Con este pez enjoyado de Fred en la portada de Vogue; este auténtico trabajador de alcantarilla emerge, con mirada atónita, al pie de un par de piernas realzadas por medias de alta costura.
¡Nada lo detiene, ni siquiera repintar una roca de blanco en Cannes! Un concentrado de dopamina…
Madame de Sévigné, primera influencer
El Hôtel de Villeneuve Vence en Grasse, antigua propiedad de la familia de las nietas de Madame de Sévigné, es hoy la sede del museo Fragonard inaugurado en 2011. Pero nunca se había dedicado ninguna exposición a esta mujer de letras, que vino muchas veces a Provenza.
Gracias a préstamos de instituciones públicas de renombre como el Palacio de Versalles y de colecciones privadas o de los descendientes de Madame de Sévigné (cuyo carácter exclusivamente sureño se destaca en esta exposición) finalmente se reúnen por primera vez desde la época más de 50 obras destacadas. Revolución.
Como este retrato de Madame de Sévigné, del taller de Claude Lefebvre, que data del tercer tercio del siglo XVII y de las antiguas colecciones de la familia Villeneuve-Vence.
Esta carta autógrafa de Madame de Sévigné a su hija, fechada el 4 de febrero de 1685. O este monedero de terciopelo bordado en plata que “perteneció a Madame de Sévigné” de finales del siglo XVII.
Auténtica influenciadora de su tiempo, Madame de Sévigné fue objeto de tal adoración que el más mínimo trozo de tela que supuestamente llevaba se convirtió en una reliquia.
Deporte y resort
Un juego de esgrima de la primera mitad del siglo XX con… suspensorio testicular integrado. Un traje de baño de mujer de lana con pantuflas a juego, para evitar lastimarse los delicados dedos de los pies con los guijarros de Niza.
Un bombacho, una especie de pantalón holgado destinado a permitir a las mujeres montar en velocípedo sin correr el riesgo de exponer su ropa interior a la vista…
Por primera vez desde su creación en 1997 por Hélène Costa, el Museo Provenzal del Traje y de la Joyería propone una exposición vinculada a un tema de actualidad: ¡el deporte!
Una práctica que se ha vuelto inseparable de un nuevo arte de vivir, las vacaciones, muy popular desde hace dos siglos en la Costa Azul. Desde los primeros conjuntos, muy elaborados, dedicados a lo que todavía llamabamos simplemente, por falta de experiencia, “actividades físicas”, hasta los bañadores de punto de algodón de los años 30, menos restrictivos para el cuerpo, aparece aquí toda una evolución social.
Gracias a un préstamo privado. Un viaje que refleja en particular la visión de las mujeres. Más de un siglo después de que Pierre de Coubertin declarara irrelevantes los “Juegos Olímpicos femeninos”, las mujeres estarán representadas por igual por primera vez en los Juegos Olímpicos de París…
