Como la mayoría de los sectores de la economía, la agricultura no escapó a la revolución industrial. A partir de 1941, el gobierno de Vichy legisló inspirándose en la Alemania nazi. Revisada en 1954 por Edgar Pisani para responder a la necesidad de alimentar a la población francesa, entró en vigor la ley de concentración parcelaria. “Está impulsado por un discurso dominante de progreso”, subraya Léandre Mandard, estudiante de doctorado en el centro de historia Science Po de París. Este hijo de productores lecheros bretones se centra desde hace cuatro años en el movimiento contra la concentración parcelaria, especialmente fuerte en Bretaña.
Después de la guerra, “los campos eran una mezcla de huertas y cultivos, era un freno a la mecanización. De ahí la idea de talar árboles y ampliar las parcelas para ganar rentabilidad”, resume Geoffrey Mesbahi, agrónomo del Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica de Suiza. Luego la tierra se agrupa en torno a las fincas.
Organizada en varias etapas desde los años 1950 hasta mediados de los años 1970, la concentración parcelaria remodeló casi dos tercios de las tierras agrícolas bretonas, a raíz de las operaciones lanzadas en Beauce y Marne. Una reordenación territorial especialmente importante en el centro de Bretaña, en torno a Pontivy, Loudéac y Lamballe, donde el tamaño de las parcelas aumenta considerablemente, borrando el bocage.
Sin embargo, es difícil especificar el impacto preciso de estas operaciones en los setos. “También se produjeron destrucciones espontáneas y reestructuraciones territoriales relacionadas con la disminución de la ganadería”, subraya Léandre Mandard. El uso de la inteligencia artificial, en la que trabajan los investigadores de AgroParisTech, podría proporcionar respuestas más precisas.
La consolidación tal como se llevó a cabo creó fracturas en el mundo campesino y en las familias.
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3 ¿Cómo se vivió la consolidación?
Más allá de las cuestiones económicas, los agricultores bretones estaban divididos sobre el método y algunos denunciaban el expolio de tierras. Para llevar las excavadoras al campo, los prefectos han recurrido en varias ocasiones a la policía en Bretaña. Dramas sinónimo de huelgas de hambre, incluso suicidios. “La consolidación tal como se llevó a cabo creó fracturas en el mundo campesino y en las familias. Fue terrible”, confirma André Sergent, presidente de la Cámara de Agricultura de Bretaña.
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4 ¿Cuáles fueron las consecuencias para el medio ambiente?
“Tuvimos que seguir adelante porque la cobertura se consideraba un obstáculo”, recuerda el agrónomo Philippe Pointereau. Sin embargo, ahora sabemos que cumple todos los requisitos cuando se trata de abordar el cambio climático. » Así, durante las dos primeras décadas, la concentración parcelaria sólo respondió a necesidades de superficie. “Hicimos parcelas en dirección a la pendiente mientras el bocage frenaba el agua, sin imaginar nunca el riesgo de erosión y escorrentía”, describe Philippe Merot, ex director de investigación del INRA. Sumada al cambio en las prácticas agrícolas, la desaparición de los diques sigue fomentando la contaminación (pesticidas, nitrógeno, etc.), a pesar de una mejora en las prácticas agrícolas, y afecta a la biodiversidad.
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5 ¿Bretaña se benefició de esta reorganización territorial?
A mediados de la década de 1970, Philippe Merot analizó las consecuencias económicas de la concentración parcelaria. Según el ex director de investigación del INRA, en aquella época “era en los municipios reagrupados donde se producían las inversiones y el establecimiento de jóvenes agricultores”.
Para André Sergent, “aunque no se hubieran medido todas las consecuencias, la consolidación fue positiva para la agricultura y la economía bretona”. Léandre Mandard también menciona el desarrollo de la red viaria apoyado por el Estado, sinónimo de mejora de las condiciones de vida.
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6 ¿Es posible la “reparación”?
Si siempre desaparecen más coberturas de las que se plantan, Philippe Pointereau saluda las ambiciones del Pacto en favor de las coberturas, a pesar del riesgo de planificación ligado a nuevas restricciones presupuestarias. En Bretaña se están creando sociedades de interés colectivo para aportar el valor económico del que carece la madera de seto. “Hay que reconsiderar que los árboles tienen su lugar en el espacio agrícola”, continúa el especialista en agroecología.
“Lo que realmente falta es la valoración de la madera”, confirma Julien Tallec, criador de los Monts d’Arrée. El portavoz de la Confederación Campesina también pide que las ayudas de la PAC se condicionen más a este tipo de acciones.
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