Desaparición del artista Ben. | elíseo

Desaparición del artista Ben. | elíseo
Desaparición del artista Ben. | elíseo
-

En los kits de nuestros hijos, en tantos objetos cotidianos e incluso en nuestra imaginación, Ben había dejado su huella, hecha de libertad y poesía, de aparente ligereza y de una profundidad abrumadora. Con su muerte, Francia pierde a uno de sus artistas más populares, inseparable de la ciudad de Niza, heredera de Marcel Duchamp y de los dadaístas europeos, que alcanzaron una forma universal a través de su caligrafía.

“Siempre quise hacer algo nuevo”, era el mantra de Benjamin Vautier, que llevaba el mismo nombre que su bisabuelo, un ilustre pintor suizo del siglo XIX. Nacido en 1935 de madre irlandesa y padre suizo, Benjamin Vautier creció en las tormentas de la Segunda Guerra Mundial, de Nápoles a Esmirna, de Alejandría a Niza. Después de estudiar en el Parque Impérial, Benjamin Vautier dedicó su incansable curiosidad y su erudición, primero en un librero y luego en su propia tienda, rue Tonduti de l’Escarène en Niza, donde vende libros, papeles, discos y los objetos más diversos.

En el fermento artístico de la posguerra, el lugar se convirtió progresivamente en un punto de encuentro de las futuras figuras de la escuela de Niza: César, Arman, Martial RAYSSE. Marcado por este “nuevo realismo”, impulsado por una mezcla de ambición e ironía, Ben, su nombre artístico, inició una labor de investigación, entre parodias y provocaciones, con una primera serie de dibujos de frutas. “En casa, el significado cuenta más que las reproducciones de plátanos”, profetizó su amigo Yves Klein. Ben, que comenzó una búsqueda de la verdad, forjó su camino siguiendo a Marcel Duchamp y concibió el arte como una pura decisión mental, firmando los más diversos objetos, según lo que él llamaba “apropiaciones”. En 1959, Ben inventó las “esculturas vivientes”, de transeúntes a los que declaraba obras y que firmaba al azar. Próximo al movimiento Fluxus junto a George Maciunas, Ben se consagró gracias a estos espectaculares gestos artísticos, como la firma de todos los objetos en el mercadillo de Niza en 1963. Fuerza creativa incansable, su destino y su obra pusieron en tela de juicio la figura misma. del creador y del artista. Este poder de duda, de destrucción, de romántico autodesprecio, estuvo siempre en el trasfondo de su obra.

Con indiscutible generosidad y talento, Ben nunca olvidó su primera vocación como contrabandista. En 1965, transformó su tienda en un espacio expositivo, “Ben duda de todo”, en el que expuso a sus amigos de la vanguardia, desde Martial RAYSSE hasta Bernar VENET pasando por Christian Boltanski, o los defensores de la “figuración libre”. como Robert COMBAS o Hervé DI ROSA. Desde su taller en las alturas de Niza, en Saint-Pancrace, una casa rebautizada con el nombre de los apodos de sus hijos, Malabar y Cunégonde, Ben multiplicó los medios, del cine a la fotografía, de la distribución de folletos a los debates pasando por el envío de cartas. Expuesto en Francia y en todo el mundo, acompañado por la galería de Daniel TEMPLON, Ben nunca dejó de examinarse, reinventarse, desafiarse, transformar sus lugares de vida, sus pasiones, sus demonios internos en propuestas artísticas.

A lo largo de estas décadas de creación, entró en el imaginario colectivo con sus frases crípticas, reconocibles entre todos, a veces burlonas, a veces sinceras. Una firma, una escritura, una apertura a la duda, que desafió y añadió, en nuestra lengua francesa, belleza a las paredes y a los marcos de los cuadros del mundo. El Museo Maillol de París le dedicó una retrospectiva a modo de resumen, o manifiesto, “Todo es arte”, en 2016.

El Presidente de la República y su esposa se inclinan ante la memoria de un artista que, desde las colinas de Saint-Pancrace en Niza, traspasó constantemente las fronteras para escribir mejor, en francés, el desastre, la insolencia y la belleza. Envían su más sentido pésame a sus hijos y seres queridos.

-

PREV Chenu promete que se mantendrá la matanza ritual en caso de victoria de la RN
NEXT INFORME “Es peor que la sequía”. Los horticultores duramente afectados por las inundaciones en Loira Atlántico