LA TRIBUNE – Córcega está saliendo de una temporada turística floja. El principal motor económico se está quedando sin combustible. ¿Estás preocupado?
ALEX VINCIGUERRA – No, todavía no. Toca esperar a que acabe la temporada para valorarlo objetivamente. La política de la Agencia de Turismo de Córcega, inteligente desde mi punto de vista, que consiste en distribuir la asistencia entre las alas estacionales, parece estar dando sus frutos. Los hoteles en septiembre tienen buenas tasas de reserva que probablemente continuarán hasta finales de octubre. Es en este momento cuando se puede hacer un balance preciso de la temporada. Julio no fue bueno, agosto un poco mejor, pero estoy convencido de que a lo largo del año el nivel de asistencia será superior al del año pasado.
¿Esta asistencia no beneficia principalmente a los alojamientos no comerciales (tipo Airbnb), que los hoteleros denuncian constantemente?
La asistencia es una cosa, los ingresos son otra. De hecho, es indiscutible que el sector turístico clásico -hoteles, bares, restaurantes- está afectado por la multiplicación por diez de los alojamientos amueblados de alquiler y de los servicios de conserjería, que representan un volumen de plazas declaradas al menos igual al de las plazas comerciales con menores tarifas. y limitaciones. Además, más de dos tercios de ellos son propiedad de agentes económicos que no viven en Córcega y, por tanto, la isla no se beneficia de la producción de este valor añadido. Su identificación es responsabilidad de los servicios del Estado y a pesar de nuestras reiteradas solicitudes, no hemos tenido acceso a estos datos. Sólo los municipios pueden decidir, en caso necesario, gravar mucho más los alojamientos turísticos amueblados.
Asimismo, el sector de la construcción, en claro declive, está dependiendo de la contratación pública. ¿Puede la Comunidad de Córcega asumir su parte de compromisos?
Un análisis dinámico de la contratación pública revela que el crecimiento del volumen de negocios de la construcción en Córcega entre 2015 y 2023 fue el más significativo de todas las regiones francesas. Pero hemos entrado en un ciclo de declive brutal debido al deterioro de las finanzas públicas, agravado a su vez por una caída de las licencias de construcción que afecta a todo el país. Además, desde hace varios meses trabajamos con las federaciones corsas de la construcción en una reorientación hacia la renovación en general y la energía en particular, porque en Córcega hay 42.000 casas individuales y 57.000 viviendas colectivas que deben ser renovadas. Por su magnitud, el programa de renovación que proponemos constituye un plan de recuperación sin precedentes para el sector de la construcción. Lo que implica tener empresas certificadas, y aquí todavía hay muy pocas. Esta directriz a la que debemos comprometernos probablemente amortiguará la crisis, pero debemos ser lúcidos: el sector de la construcción no volverá pronto a la mejora de los últimos años.
Menos aún con el dique antihormigón que establece la ley ZAN con la perspectiva de una artificialización cero de los suelos en 2050, es decir mañana…
En Córcega, a la ley ZAN se unen otros candados reglamentarios, la ley de Montaña, la ley de Costas – que combinan sus limitaciones para muchos municipios – el Padduc, el plan de desarrollo y desarrollo sostenible, que protege nuestros lugares y santifica las zonas agrícolas. Pero también existe la voluntad política de limitar significativamente las áreas a subdividir. Debemos centrarnos principalmente en la vivienda colectiva y la renovación.
En este complicado contexto, ¿cuál es la hoja de ruta de ADEC?
Desde 2021, hemos reorientado nuestra ayuda hacia la producción de bienes y servicios. Ya no apoyamos a la pizzería que abre durante tres meses en verano, sino al sector agroalimentario, al sector digital, al sector náutico, a la economía plateada, así como a todos los sectores de producción, incluidos los menos tradicionales como el audiovisual.
¿No sufren también las empresas de estos sectores el problema estructural de los costes adicionales atribuibles al transporte?
Aquí entramos directamente en dos cuestiones: los costes adicionales demostrados y la fiscalidad. La reevaluación sostenible de la dotación de Continuidad Territorial reduciría los costes adicionales vinculados al transporte. Negarse a indexarlo desde 2009 a la inflación, al aumento de los precios de los combustibles y, más en general, a la reestructuración del transporte, es muy perjudicial. Son 187 millones de euros al año, se necesitan 40 millones de euros más, que el Estado había acordado en 2021 y 2022. Al mismo tiempo, es necesario hacer más eficiente la organización del transporte, en particular el de los pasajeros. A ello contribuirá el sistema de compra de flujos de los operadores aéreos, que permitirá transportar a Córcega a visitantes de países económicamente fuertes durante todo el año y garantizar la sostenibilidad del alojamiento comercial y del empleo.
¿La congelación del proceso de autonomía, que debía proporcionar a Córcega un estatus fiscal y social a medida, compromete la esperanza de un nuevo modelo económico?
Obviamente. El modelo económico que queremos construir se basa en un principio fuerte e intangible: la reducción de las dependencias y supone una fiscalidad ventajosa para todo lo que se produce en Córcega. Sin embargo, hoy importamos casi todo lo que consumimos y sólo impuestos específicos a la producción podrían reequilibrar gradualmente las cosas. Por su parte, el Estado debe poner a Córcega en pie de igualdad con otras regiones. Me refiero en particular a la devolución del IVA. Desde 2018 y la llegada de la Comunidad Única, solo nos han pagado el 21% del IVA, frente al 50% en todos los demás territorios.
¿Cómo explicar que el 96% de los alimentos que se consumen en la isla sean importados mientras apenas se explota un tercio de las 100.000 hectáreas de tierra agrícola?
La agricultura se enfrenta a la dura realidad del mercado. La floreciente producción de la llanura oriental ya no resiste la competencia europea o africana. Una prerrogativa fiscal que nos concediera la posibilidad de gravar menos las verduras y frutas que podamos cultivar, y de mejor calidad, nos sacaría del callejón sin salida y promovería circuitos cortos que son especialmente beneficiosos para una isla.
A pesar del parón político, de la difícil situación económica y del handicap de la insularidad, ¿confía en el futuro?
Sí, lo soy. Córcega, en términos de innovación, economía verde y economía azul, tiene un potencial real. Una isla de 350.000 habitantes que acoge a 5.000 estudiantes y abre escuelas de ingeniería, construcción y energía, agroalimentación, robótica e inteligencia artificial, se encuentra en una dinámica que otras regiones podrían envidiar. Si obtiene un crédito fiscal adecuado para la investigación-innovación, puede atraer cerebros y capital. Los investigadores pueden trabajar en todo el mundo, pero favorecerán un lugar que respete la naturaleza y ofrezca una mejor calidad de vida. Córcega tiene un fuerte poder de atracción. Lástima que el Estado la mantenga a raya. Ninguna de las 7.000 empresas innovadoras que se adhirieron al programa “Elige Francia”, apoyado directamente por Emmanuel Macron, se ha instalado allí. Además, debemos desarrollar un marketing territorial que posicione idealmente a Córcega en el ámbito de la economía del mañana.
¿No deberíamos priorizar la consolidación del tejido económico tal como existe hoy?
Estamos trabajando para hacer ambas cosas al mismo tiempo. ¿Turismo? Estamos a punto de conseguir alargar la temporada. ¿Construcción? Estamos corrigiendo la normal inversión del ciclo impulsando la reconversión de los negocios para su renovación. También sé que la autonomía política y fiscal reducirá las dependencias. La cobertura del territorio a muy alta velocidad, los recursos humanos y naturales, la capacidad de creatividad y resiliencia, forjan una convicción, si no una certeza: Córcega está preparada para atraer inversores de la economía del mañana, ecológica, digital y tecnológica.