La selección española masculina de fútbol ganó el oro en los Juegos Olímpicos, 32 años después de su triunfo en Barcelona en 1992. El delantero del Rayo Vallecano se convirtió en el héroe inesperado.
La relación entre el fútbol y los Juegos Olímpicos siempre ha sido compleja. La desconfianza entre el COI y la FIFA a lo largo del siglo XX llevó a una situación única en la que el deporte se incluye en la competición olímpica, pero en circunstancias muy específicas para la categoría masculina. Se aplica una cuota de jugadores mayores de 23 años -tres por equipo- y las federaciones suelen ver los Juegos Olímpicos como un trampolín para la generación que sucederá a la selección absoluta, aunque esto va acompañado de reservas y cláusulas no escritas por parte de los clubes que prohíben a algunas de sus estrellas. de participar. Esto hace que el oro olímpico sea el logro más difícil de lograr para los jugadores de élite, que pueden jugar en múltiples Copas del Mundo o torneos continentales a lo largo de sus carreras, pero rara vez compiten en dos eventos olímpicos.
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La victoria de la selección masculina en París 2024 coronó una temporada excepcional para el fútbol español, que también contribuyó a este éxito en verano con triunfos en la Eurocopa y el Europeo sub-19, con la selección femenina ganando la Liga de Naciones. Esta victoria se le escapaba a España desde hacía 32 años, desde Barcelona 92′, cuando el gol de Kiko en el Camp Nou contra Polonia (3-2) permitió a España conquistar su segunda medalla de oro en fútbol en unos Juegos Olímpicos, tras su éxito en Amberes en 1920. Esta vez, Camello ocupó el lugar de Kiko, convirtiéndose en el héroe de la Roja al marcar dos goles en la prórroga de la final contra Francia (5-3). que parecía que los locales estaban tomando la delantera.
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El hecho de que Camello emergiera como el héroe del equipo olímpico fue sorprendente. El delantero centro del Rayo llegó a la cita olímpica como uno de los cuatro reservas autorizados por la FIFA y el COI para cada nación al participar en París, además de la plantilla oficial de 18 jugadores. La presión de las federaciones participantes para incluir a los cuatro reservistas en la delegación creó un pequeño vacío legal en las regulaciones olímpicas, permitiendo convocatorias discretas. Se permitió que en caso de lesión o enfermedad de algún jugador de la plantilla oficial, los reservistas pudieran sustituirlo hasta su recuperación. Esto permitió la participación en los Juegos de Iturbe, Mosquera, Juanlu y Camello, siendo estos dos últimos cruciales tanto en la semifinal contra Marruecos como en la final contra Francia. Mientras Juanlu, lateral del Sevilla, salvó a Marruecos (1-2) con un gol en el último momento que aseguró otra medalla para la delegación española, Camello, que hizo una aparición inesperada en la convocatoria final en detrimento de Samu, pasó de De un simple participante a una estrella en el Parque de los Príncipes.
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“Estaba muy emocionado. Para un deportista acudir a unos Juegos Olímpicos es la máxima experiencia, y más aún para un futbolista, que normalmente sólo acude a uno. Llevo mucho tiempo con Denia y la mayor parte del grupo. Creía que podía entrar en la plantilla y no tenía previsto ningún viaje de vacaciones disponible”, dijo Camello a AS una semana antes del inicio de los Juegos Olímpicos, cuando su inclusión en París estaba en duda. La pasada temporada no fue fácil para el delantero madrileño, que, a pesar de su total compromiso e integración en un club especial como el Rayo, apenas consiguió cuatro goles en una temporada, una hazaña difícil para cualquier atacante. Aunque fue el máximo goleador del Rayo en la temporada menos prolífica del club en La Liga (29 goles), esas bajas cifras no disuadieron a Santi Denia de confiar en Camello, aunque fuera como reservista. Una confianza que el atacante agradeció en el momento justo.
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Camello aceptó su rol sin objeciones y trabajó durante toda la concentración olímpica como si fuera un jugador inscrito. Sin quejas ni actitudes negativas, el delantero fue uno de los grandes pilares del vestuario, respetado como uno de los capitanes. Cabe destacar que llevó el brazalete de capitán en el último partido del grupo contra Egipto, puesto que desempeñó debido a la ausencia de Abel Ruiz, quien alegó molestias para permitir la entrada de un jugador suplente. Esos 90 minutos de la fase de grupos fueron los únicos que disputó antes de sustituir a Abel en el minuto 82 de la final ante Francia. Cuando entró al campo, España lideraba 3-2, pero un gol de Mateta en el tiempo añadido envió el partido a la prórroga.
España se enfrentó en la prórroga a una Francia en gran forma, privada de sus estrellas Fermín y Baena, campeones de Europa unas semanas antes, y sin Abel Ruiz, número 9 y capitán del equipo. Pero entonces llegó Camello, el jugador que nadie esperaba, que recuperó la ventaja para España con un toque delicado tras recibir el balón en el área de Adrián Bernabé. Era el minuto 100 y la ansiedad era palpable faltando 20 minutos para el final. El exhausto equipo de Santi Denia demostró una resiliencia envidiable hasta el último minuto, cuando, una vez más, Camello, el nuevo Kiko, selló el partido con otro remate monumental.
Dos goles soberbios de un delantero al que le había costado marcar durante toda la temporada con su equipo, y que estuvo muy cerca de quedarse fuera de los Juegos Olímpicos. Se llevó el protagonismo al final, aunque en el camino contribuyeron muchos otros, incluido el técnico Santi Dénia, que coronó su romance con la generación nacida después del 2000, con la que ganó el Campeonato de Europa Sub-17 y Sub-19, junto a él. los jóvenes Cubarsí y los medallistas de plata Miranda y Eric García, quienes se redimieron de la plata que consiguieron en Tokio.