Durante los debates en Bakú, Rusia quiere destacar un mejor almacenamiento de CO2 de lo previsto para reducir sus ambiciones y seguir explotando sus combustibles fósiles.
Publicado el 13/11/2024 18:47
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La celebración de la COP29 en una potencia petrolera y gasista, en este caso Azerbaiyán, tiene al menos el mérito de mostrar las disensiones que persisten sobre el consumo de combustibles fósiles. El martes 12 de noviembre, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliev, dijo desde el podio que el gas y el petróleo eran un “regalo de Dios”. Y Rusia, cuarto emisor mundial de GEI (gases de efecto invernadero), enredada en la guerra de Ucrania, tampoco parece dispuesta a prescindir de los combustibles fósiles.
Para Rusia, representada por su primer ministro Mikhail Michoustin, el calentamiento global es un problema. Pero la invasión de Ucrania ha cambiado su política de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Ya era poco proactivo, la nueva hoja de ruta presentada el año pasado por Moscú rebajó aún más los objetivos. Desde hace dos años, el Estado suspende todos los controles a las empresas. Oficialmente para no penalizarlos, aunque estén sujetos a sanciones. Asociaciones ecologistas como Greenpeace o WWF han sido declaradas indeseables.
Y las cuestiones climáticas son también un ámbito de confrontación con Occidente, explica la periodista rusa Angelina Davydova, especialista en medio ambiente: “Rusia está tratando de ampliar su cooperación con los países del Sur Global diciendo que necesitamos nuestro propio programa climático para abrirnos. Este programa no coincide con la agenda occidental”.
En Bakú, la delegación rusa intentará incluso reducir artificialmente sus emisiones de carbono, presentando un informe que explica que sus bosques en realidad absorben más CO2 de lo que pensábamos. Rusia espera así evitar ciertas costosas inversiones ecológicas.