Los ojos fijos en el reloj blanco que marca los segundos, en la rodilla que se mueve hacia arriba y hacia abajo y en los dedos que se retuercen… ¿Quién nunca ha sido este estudiante febril, sentado en el pasillo que da a la oficina del CPE, antes de la fatídica remodelación del las correas? En nuestros recuerdos de antiguos adolescentes petrificados, semejante citación rima con castigo. Para el embajador israelí, sin embargo, es uno de los riesgos del trabajo.
Joshua Zarka fue citado este martes, después de que agentes de policía israelíes armados entraran “sin autorización” en el recinto de Eléona, un enclave francés situado en Jerusalén Este. También detuvieron a dos gendarmes franceses, ya liberados, provocando la ira del ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, que renunció a su visita al lugar de peregrinación.
Para todas las naciones, “convocar a un embajador es una forma muy clara de expresar descontento”, señala Jeff Hawkins, investigador asociado de IRIS y ex embajador de Estados Unidos en la República Centroafricana.
La “escala argumental”
Cuando se le pregunta sobre el paralelo con convocar a un estudiante disruptivo, Jeff Hawkins sonríe. “Si el país convocado ha cometido claramente un error, sí, el embajador se presenta ante el director de la escuela para ser castigado. Es un ejercicio común pero se supone que es estresante”, explica. Lo cierto es que hay una “escala en la pelea a gritos”, según Jean de Gliniasty.
“El nivel cero de la citación es cuando se anuncia vía llamada telefónica y no se hace pública. Luego está la nota verbal enviada por el protocolo del ministro de Asuntos Exteriores y, si se hace pública, subimos un peldaño más”, afirma el ex embajador de Francia en Senegal, Brasil y Rusia. Todo lo que está “en torno a la convocatoria” también es importante, señala Jeff Hawkins, en particular la forma en que los países se comunican. Porque en diplomacia cada palabra se sopesa cuidadosamente.
“Nos freímos”
En el Ministerio de Asuntos Exteriores, el equilibrio de poder está aún menos desequilibrado que en una escuela. “Cuando el país que envía al embajador también está enojado, puede haber una comunicación bidireccional”, asegura Jeff Hawkins. El embajador, convocado para recibir las amonestaciones en nombre de su país, puede por tanto exponer también sus recriminaciones. Jean de Gliniasty experimentó este ejercicio cuando era embajador en Rusia. “Recibí una llamada telefónica y fue una citación discreta. Los rusos descubrieron que yo apoyaba demasiado enérgicamente a una empresa francesa acusada de haber ayudado a los partidos de la oposición”, recuerda.
Esta “advertencia lanzada en París” estuvo “llena de acontecimientos”. Yo dije lo que tenía que decir, él dijo lo que tenía que decir, nos peleamos”, sonríe Jean de Gliniasty. Sin embargo, explica que cuando una citación no se publicita, como la suya, se trata “generalmente de un caso concreto que tiene poca carga política”. Muy diferente del incidente ocurrido entre París y Tel Aviv. Los embajadores están preparados para esta eventualidad y “en el 99% de los casos han recibido elementos lingüísticos para transmitir el mensaje de su país”, subraya Jeff Hawkins.
El riesgo de “convertirse en persona non grata”
Las convocatorias no son invitaciones que se puedan omitir. “Es realmente difícil negarse y si un embajador lo hiciera, sólo podría hacerlo siguiendo instrucciones de su país”, insiste Jeff Hawkins. En marzo pasado, los embajadores de la Unión Europea se negaron colectivamente a asistir a una reunión con el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, según Moscú. Sin embargo, al negarse a dar seguimiento a tal citación, el embajador corre el riesgo de una escalada.
“El embajador puede verse aislado porque es boicoteado por su país de acogida” y, en el peor de los casos, “convertirse en persona non grata y ser expulsado”, advierte Jean de Gliniasty. Según él, este tipo de escalada es, sin embargo, poco frecuente porque “el embajador tiene cuidado de no ofender a las autoridades y, en cambio, intenta echar aceite a las ruedas”. Incluso si eso significa convertirse en un receptáculo del descontento del país que lo acoge…