En marzo de 2023, el ciclón Freddy, el más largo registrado, asoló Malawi. Más de un año y medio después, los pueblos afectados siguen sufriendo las consecuencias: aislamiento, enfermedades, aumento de la pobreza… Por su parte, las autoridades, asfixiadas por los costes de la reconstrucción, luchan por poner en marcha una estrategia real. de ‘adaptacion’.
Con mirada seria, Sosten se levanta su suéter azul marino y deja al descubierto tres largas cicatrices en su abdomen. Luego se sube los pantalones y descubre otra cicatriz. “Antes era carnicero. Eso me permitía mantener a mi familia, pero hoy, debido a estas lesiones, tengo dificultades para moverme y ya no puedo trabajar”, dice este hombre de 62 años, padre de cuatro hijos. niños. “La vida diaria se ha vuelto muy difícil. No tenemos más dinero, ni comida ni nadie que nos ayude”.
Ndala, el pueblo donde vive Sosten, está enclavado en el corazón de las montañas de la región de Mulanje, a pocos kilómetros de la frontera con Mozambique. El 13 de marzo de 2023 quedó casi completamente sumergido en el agua. “Eran alrededor de las 9 de la noche cuando escuchamos ruidos ensordecedores provenientes de la montaña. Estaba completamente oscuro, no entendíamos lo que estaba pasando. Sólo sabíamos que teníamos los pies en el agua y que llovía mucho”. recuerda Wilson Cement, un residente que ahora dirige el comité de gestión de riesgos de la aldea. “No fue hasta el amanecer, alrededor de las 4 de la mañana, que realmente comprendimos la magnitud de lo que estaba sucediendo”.
Más allá de esta larga reconstrucción, las autoridades de Malawi están considerando las respuestas a la realidad del cambio climático.
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