BCon sede en Boca Ratón, Florida, la discreta empresa Geo Group es la primera gran ganadora de la elección de Donald Trump el martes 5 de noviembre. El precio de sus acciones se disparó un 60% cuando se anunciaron los resultados. Su trabajo es menos sexy que los coches o los cohetes de Elon Musk, pero muy estratégico. Geo Group es el operador líder mundial de centros penitenciarios y establecimientos psiquiátricos. Sus centros de detención de inmigrantes se utilizarán para gestionar los ocho millones de trabajadores extranjeros ilegales que se estima que el presidente electo pretende deportar.
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La inmigración y la inflación fueron las dos fuerzas impulsoras del regreso triunfal de Donald Trump a la Casa Blanca. Dos temas muy diferentes que confluyen en la mente de los votantes como la causa de sus desgracias.
Sin embargo, deberían tener cuidado. En un estudio publicado en septiembre por el Instituto Peterson, tres economistas calcularon que, si se implementara, este gigantesco desalojo resultaría en un aumento general de precios de alrededor del 3%. Lo suficiente para alimentar aún más su ira en lugar de apaciguarla.
“Irritación doméstica”
Porque la inflación, si se materializa inmediatamente a través de un vals de etiquetas, también puede ser un veneno lento. Si bien el genio malvado ha regresado a su botella, sus cicatrices aún son claramente visibles y dolorosas. En una conferencia sobre este tema durante las Jornadas Económicas que se celebraron en Lyon del martes 5 al jueves 7 de noviembre, el jefe del departamento económico del Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos, Dorian Roucher, hizo una lista de estos países mal heridas cerradas.
El primero es el del nivel de precios. Porque aunque la inflación cayó en Europa por debajo del 2% anual en septiembre, los precios no han bajado. Estable desde hace quince años, el sector de los huevos y de la pasta se ha disparado más de un 20% y no volverá a su nivel de 2020. Sin duda, como señala el economista Xavier Ragot, los salarios siguieron, pero con retraso. Y la sensación de pérdida de poder adquisitivo sigue siendo significativa. “En la década de 1970, los salarios aumentaron bajo la presión de las demandas salariales, luego los precios se ajustaron, explica. Por tanto, la inflación fue bien recibida. Hoy ocurre lo contrario, con la excepción del salario mínimo que sigue indexado al nivel de inflación. De ahí la irritación de los hogares. » Una irritación que se traduce en una caída del consumo que reduce el crecimiento.
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