Dn un contexto de profunda crisis parlamentaria y de desconfianza en la política, Michel Barnier anunció, en su discurso de política general, que quería abordar frontalmente la doble deuda, presupuestaria y ecológica, del país. Si este imperativo es ampliamente compartido y responde a las principales preocupaciones de los franceses, los acalorados debates en torno al presupuesto de 2025, que incluye importantes recortes en los recursos asignados a la transición ecológica, muestran que sigue siendo difícil llegar a un consenso.
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Sin embargo, la mejor posibilidad de crear un proyecto suficientemente unificador reside en una política de crecimiento sostenible e inclusivo. Acelerar la transición podría abrir nuevos sectores industriales, crear empleos y contribuir a la reducción de la pobreza. Aunque su financiación parece arriesgada con una elevada relación deuda-PIB, Francia se beneficia de activos únicos: innovación tecnológica, energía libre de carbono, un sólido estado de bienestar y acceso privilegiado a los mercados de la Unión Europea.
Es esencial evitar un enfoque tecnocrático y centralizado que subestime los impactos redistributivos de las políticas climáticas desconectadas de las realidades locales, como lo demuestra la reacción de los “chalecos amarillos” al aumento de los impuestos sobre los combustibles durante el primer mandato de cinco años. ‘Emanuel Macron. Por lo tanto, fortalecer la confianza y la coordinación entre el Estado, las regiones y las autoridades locales, así como entre los ciudadanos y sus territorios, en torno a los beneficios concretos de la acción climática es esencial para garantizar una transición justa y exitosa.
Innovación estimulada
La innovación está en el centro de la ventaja competitiva de Francia en la economía sostenible. El país tiene una sólida base industrial en sectores como el automotriz, el aeroespacial y el energético, lo que proporciona una base favorable para el desarrollo de tecnologías verdes avanzadas. Incrementar la inversión en investigación y desarrollo impulsaría la productividad y el crecimiento. El liderazgo de Francia en las tecnologías del hidrógeno, con un compromiso de 7.000 millones de euros, es prometedor.
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Las nuevas empresas francesas ya están abordando problemas de infraestructura a gran escala, que requieren el desarrollo de nuevos materiales, activos físicos y procesos. Verkor, un fabricante de baterías, está construyendo una gigafábrica en Dunkerque (norte), lo que demuestra que los beneficios de la economía de la innovación pueden extenderse más allá de París. Driveco espera implementar estaciones de carga eléctrica en Europa. Esta audacia en términos de innovación, respaldada por inversiones de capital, posiciona a Francia entre los líderes en productos y conocimientos hacia los que se orienta la demanda mundial. El país también puede diversificarse en sectores que aún están subdesarrollados pero que ofrecen un gran potencial para la competitividad y empleos de calidad, como las tecnologías de bajo consumo de energía y residuos.
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