El fuego que la había asolado había consternado al mundo entero. El colapso de su aguja, ante los gritos de los espectadores, marcó la pérdida de una joya internacional. Cinco años después, Notre-Dame ha recuperado su silueta familiar y recibirá a sus primeros visitantes el 7 de diciembre.
El sentimiento de pérdida parecía infinito ante las llamas que el 15 de abril de 2019 devoraron una de las catedrales más grandes de Occidente, catalogada como patrimonio mundial de la UNESCO.
Pero cinco años de un proyecto titánico, que costó en total cerca de 700 millones de euros, permitieron resucitar a Notre-Dame de sus cenizas.
Símbolo de la renovación de la catedral, la aguja, que se derrumbó ante los ojos atónitos de los parisinos y de millones de espectadores en todo el mundo, se eleva de nuevo hacia el cielo.
Las paredes, obstruidas por el fuego, han recuperado su color original. Las vidrieras, que no sufrieron daños durante el incendio, fueron limpiadas y restauradas, revelando sus colores vibrantes.
La campana olímpica y “sus dos hermanitas”
El jueves por la mañana, justo un mes antes de la reapertura de la catedral, Notre-Dame recibió tres nuevas campanas, incluida la de los Juegos Olímpicos de París 2024, instaladas este verano en el Estadio de Francia.
“La campana ofrecida por el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos a la catedral es un fuerte símbolo y un legado material de este acontecimiento universal, histórico y unificador que marcó el año 2024”, subraya un comunicado.
En cuanto a la ceremonia prevista para la reapertura, hasta el momento se han filtrado pocos detalles. El Papa Francisco, a quien alguna vez se esperaba, finalmente no asistirá.
afp/donar
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