¿Un nuevo gasoducto en Bélgica? ¡No, gracias!

¿Un nuevo gasoducto en Bélgica? ¡No, gracias!
¿Un nuevo gasoducto en Bélgica? ¡No, gracias!
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En los últimos años, el consumo de gas fósil ha caído drásticamente en nuestro país. Las nuevas políticas públicas también apuntan a eliminar gradualmente este combustible fósil. Esto no impidió que el gobierno flamenco aprobara este verano un nuevo proyecto de gasoducto en Limburgo. Tomada en contra del sentido común, esta decisión va en contra de la transición energética y corre el riesgo de aumentar las facturas energéticas de los ciudadanos. Por ello, Greenpeace, Bond Beter Leefmilieu y Dryade acaban de presentar un recurso contra este permiso para una nueva infraestructura de combustibles fósiles.

Acción de Greenpeace contra el proyecto del oleoducto Tuzla-Podișor en Rumania © Răzvan Dima / Greenpeace

¿Cree también que ya es hora de impedir cualquier nueva infraestructura fósil?

Este verano, el gobierno flamenco acordó en asuntos actuales un plan regional de uso del suelo para la creación de una ruta de gasoducto (‘calle de pipa‘) entre Glabbeek, en el Brabante Flamenco, y Halen, en Limburgo. Se trata de la instalación de varios gasoductos destinados inicialmente al gas fósil y que probablemente se utilizarán en el futuro para transportar los gases llamados “verdes”, como el hidrógeno producido de forma renovable. Auténtico disparate en tiempos de crisis climática, la validación de este proyecto de infraestructura fósil también se basa en hipótesis obsoletas.

Entre 2021 y 2023, el consumo de gas en Bélgica disminuyó un 20%

De hecho, los datos disponibles públicamente muestran que no es necesaria una nueva infraestructura para el gas fósil, ni en Limburgo ni en Bélgica en general. Entre 2021 y 2023, el consumo de gas en Bélgica disminuyó un 20%. Una tendencia que debería acelerarse aún más, ya que está impulsada por las políticas públicas. Los edificios peor aislados deben ser renovados, y en Bruselas, como en Flandes, las nuevas viviendas construidas ya no podrán conectarse al gas a partir de 2025. Entre otros organismos, la propia Comisión Europea espera una fuerte caída de la demanda de gas de aquí a 2040. Para cumplir los objetivos climáticos de París, necesitaríamos deshacernos casi por completo del gas para 2035.

Pero todo esto, el nuevo plan de ordenamiento territorial no lo tiene en cuenta en absoluto…

La proyección más lejana de los gasoductos destinados al gas verde como el hidrógeno tampoco convence. Si la creencia en el hidrógeno como solución milagrosa era fuerte en 2020, está claro que este frenesí ha disminuido desde entonces. Lea sobre este tema nuestro estudio “Más allá de las exageraciones”, que muestra que se ha sobreestimado en gran medida el potencial del hidrógeno renovable como alternativa a los combustibles fósiles. El hidrógeno renovable, caro y escaso, sólo puede utilizarse en un número limitado de procesos industriales, como la producción de acero o metanol. Tampoco hay nada que indique un aumento duradero de la demanda de hidrógeno en Limburgo, donde está prevista la construcción de nuevos gasoductos. Por lo tanto, según los datos disponibles, es más que incierto si es necesaria una infraestructura para los “gases renovables”.

Los hogares más precarios corren el riesgo de verse nuevamente afectados

Invertir en infraestructura fósil innecesaria presenta riesgos. Esto no sólo retrasa las inversiones necesarias en energía renovable. Pero esto también conduce a los llamados “activos abandonados” (activos varados en inglés), que son inversiones que pierden valor debido a la transición energética. Las víctimas de estas malas inversiones públicas serán los ciudadanos y, en particular, los hogares más precarios. De hecho, las inversiones pueden provocar aumentos en los precios de las redes, empujando a cada vez más hogares a abandonar el gas pero estrangulando financieramente cada vez más a los más vulnerables, que no pueden permitirse elegir su fuente de energía.

En Francia y Alemania, el aumento de los precios de la red tras la reducción de la demanda de gas ya es una realidad. Las autoridades públicas deben intervenir ante este fenómeno. No embarcándose en inversiones en nuevas infraestructuras de combustibles fósiles que aumentan las facturas de energía, sino apoyando a las familias vulnerables para que ellas también puedan prescindir del gas.

El gobierno flamenco debe tomarse urgentemente en serio la transición energética e integrarla en sus políticas. Ya sea en materia de planificación territorial, concesión de permisos o ayuda para la renovación y la calefacción, nuestras autoridades deben estar a la altura de las circunstancias de la emergencia climática.

¿Cree también que ya es hora de impedir cualquier nueva infraestructura fósil?

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