Durante una de las campañas electorales más intensas de su historia, Estados Unidos se encuentra en una encrucijada decisiva, donde lo que está en juego es de trascendental importancia.
París, lunes 4 de noviembre de 2024. Esta elección, en la que ya han participado más de 75 millones de electores, no se limita a un enfrentamiento entre dos modelos opuestos. También encarna la lucha por la sostenibilidad de un sistema democrático debilitado. En este contexto crucial, la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) dirige un llamamiento solemne a los votantes estadounidenses, animándoles a optar por la defensa de los principios democráticos fundamentales, garantes del avance de los derechos humanos en todo el país.
Un segundo mandato de Donald Trump, marcado por una creciente radicalización y extremismo, representaría un punto de inflexión decisivo para la democracia estadounidense. Su manifiesto rechazo a los valores democráticos, ilustrado por su intento de interferir en los resultados de las elecciones de 2020 -por las que es objeto de una investigación judicial- constituye una clara advertencia de su plan para acelerar el desmantelamiento de las instituciones, el Estado de derecho y el equilibrio de poderes.
Las imágenes del asalto al Capitolio, que él mismo incitó al negarse a reconocer su derrota electoral, siguen siendo una huella imborrable en la memoria colectiva del país. Demuestran su comportamiento descaradamente antidemocrático, que se ha intensificado exponencialmente en los últimos cuatro años. Hoy, la criminalización y eliminación de sus oponentes políticos se perfila como el centro de su venganza personal.
Al mismo tiempo, su discurso abiertamente xenófobo y racista, que resonaba con los ideales del supremacismo blanco, impregnó la campaña republicana. A los insultos y burlas contra millones de personas racializadas, añadió promesas electorales que abogaban por deportaciones masivas y ataques virulentos contra la población inmigrante, que calificó de “veneno que contamina la sangre estadounidense”.
Una posible victoria del Partido Republicano en el Congreso y/o el Senado constituiría una amenaza directa a la supervivencia de los derechos fundamentales. La derogación de Roe v. Wade, que privó a millones de mujeres del derecho a controlar sus propios cuerpos, es sólo el comienzo de un retroceso sistemático de los derechos civiles.
Ante esta alarmante situación, la FIDH considera que estas elecciones no sólo serán una prueba de la resiliencia de los valores democráticos en crisis, sino también un punto de inflexión decisivo en la defensa de los derechos fundamentales de millones de personas.
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