¿Y si la reducción de los precios de 6.000 productos importados para combatir eficazmente el coste de la vida fuera ilusoria? ¿No deberíamos hablar también y sobre todo del aumento de la renta en un país plagado de desigualdades sociales?
¿Qué pasa si todos nos equivocamos al pensar que el costo de vida será menor al bajar los precios de los productos de consumo cotidiano? La exención del arbitrio insular y del IVA, así como la reducción de los márgenes del distribuidor en 6.000 de los 40.000 artículos en las tiendas, hacen que los precios de los otros 33.000 productos no bajen. Peor aún, seguramente aumentarán para compensar la escasez de comerciantes.
También nos equivocamos al olvidar que el coste de la vida afecta también a todos los productos no alimentarios y a todos los servicios. Son excesivamente más caros en todos nuestros territorios periféricos que en Francia.
Los billetes de avión, el transporte aéreo y marítimo, los vehículos y sus piezas de repuesto, los materiales de construcción, los enseres domésticos y los medicamentos se venden a precios que superan un umbral socialmente aceptable. Los beneficios milagrosos de los comerciantes de estos productos son la regla, con total impunidad.
Todo lo que no producimos localmente es demasiado caro. Pero además, los productores locales en ocasiones se ven obligados a cobrar precios inalcanzables debido a las permanentes dificultades que encuentran. Los agricultores, pescadores, artesanos e industriales no pueden satisfacer la demanda aumentando los volúmenes de su producción para venderla más barata.
Sencillamente porque el modelo económico dominante favorece las importaciones en detrimento de la producción. En última instancia, todo lo que compramos, independientemente de su procedencia, es demasiado caro. Apostar únicamente por la caída de los precios de algunos productos alimenticios parece una trampa. Sobre todo porque los alimentos sólo representan una media del 15% del presupuesto familiar, muy por detrás del transporte y la vivienda.
Ganar unos euros en la caja de autoservicio no será suficiente para pasar a otro modelo económico. Los líderes empresariales, economistas y formuladores de políticas saben que la solución radica en actuar sobre el otro segmento del costo de vida, es decir, los ingresos. Dado que los precios no caerán significativamente, los salarios, las pensiones y las prestaciones sociales deben aumentarse si queremos aliviar la pobreza social.
En resumen, el costo de vida se hace sentir principalmente porque los ingresos son demasiado bajos. En lugar de centrarse en el calendario de aplicación de un protocolo incompleto, sería hora de iniciar el debate sobre cómo frenar el empobrecimiento generalizado de Martinica. Lo que requiere desafíos radicales.
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