Los fiscales estatales presentaron el domingo una acusación sin precedentes en el Tribunal de Distrito de Tel Aviv por homicidio negligente y lesiones contra el propietario de una empresa de transporte de Jerusalén tras el ataque mortal a la estación de tranvía de Jaffa el 1 de octubre. Según la acusación, el acusado ordenó a un conductor de su empresa transportar residentes ilegales a Israel durante tiempos de guerra. Debido a su grave negligencia, dos terroristas que llevaron a cabo el atentado que dejó siete muertos y muchos heridos lograron infiltrarse en el país.
Los dos conductores que finalmente transportaron a los terroristas están acusados de siete cargos de homicidio por negligencia y lesiones graves. Los conductores están acusados de no controlar a los presuntos terroristas, que llevaban una mochila con escritura hebrea que contenía un rifle M-16 oculto.
La acusación afirma que el propietario de la empresa de transporte y los dos conductores transportaron a residentes ilegales de la Autoridad Palestina a Israel, incluso después del estallido de la guerra de las “Espadas de Hierro”. También habían actuado de esta manera durante el confinamiento por el Covid. El día del ataque, dos residentes de Hebrón, Ahmad Abd Fatah Harbi Himoni y Mohammad Masak, que nunca tuvieron un permiso de entrada a Israel, se infiltraron con unos diez palestinos más y cometieron un ataque.
Cabe destacar que ese día el propietario de la empresa de transporte recibió la orden de transportar a unos 13 pasajeros, a quienes debía recoger cerca de la barrera de separación en Sur Baher, y ordenó a su conductor que realizara el transporte, sabiendo que eran ilegales. residentes cuya entrada a Israel estaba prohibida. Con el afán de obtener beneficios, asumieron el riesgo de que la empresa proporcionara un servicio de transporte a terroristas.
El conductor llegó con el vehículo de la empresa al punto de encuentro, metió en el vehículo a los terroristas y otros residentes ilegales y durante el trayecto les ordenó que apagaran sus móviles y corrieran las cortinas del vehículo. Los terroristas vestían ropa negra, no ropa de trabajo, y llevaban una mochila con letras en hebreo en la que se escondían un M16 desmontado y cargadores. Además, portaban otra bolsa que contenía cuchillos y balas.
Según la acusación, los acusados no comprobaron con los terroristas el motivo del viaje y, en un momento dado, por miedo al control policial, trasladaron a tres residentes ilegales, incluidos los terroristas, al vehículo de uno de los tres acusados. Este último llevó a los terroristas a Tel Aviv y, durante el trayecto, cuando pasaron cerca de un estadio de fútbol, los terroristas le preguntaron si se iba a celebrar un partido de fútbol, con la intención de cometer un atentado en un lugar concurrido.
A pesar de ello, el acusado continuó el viaje y dejó a los terroristas en Tel Aviv-Jaffa. A las 19:00 horas, los terroristas llegaron a la estación del tranvía y, cuando el tranvía se detuvo, abrieron fuego contra los presentes y apuñalaron a otros. El ataque dejó siete muertos y 11 heridos.
Luego del ataque, el dueño de la empresa de transporte le pidió a su conductor que destrozara su celular y se escondiera por temor a ser arrestado. También le pidió que en caso de ser detenido evitara revelar su implicación, prometiéndole a cambio una compensación económica. Por ello, también se le imputa el delito de obstrucción a la justicia.