Es en un aliento vibrante y una intensidad palpable que Incendios revive las cenizas de un pasado oculto. Entre la búsqueda de la verdad y el deber de recordar, esta magistral producción de las hermanas Talbi, adaptada del texto de Wajdi Mouawad, trasciende los límites del escenario y nos sumerge en los rincones más oscuros y luminosos del alma humana.
Herencia silenciosa y búsqueda de identidad
Tras la muerte de su madre Nawal, que había permanecido en un silencio inexplicable, Jeanne y Simon descubren una misión inesperada escrita en su testamento: encontrar a un padre que creían muerto y a un hermano del que nunca habían oído hablar. El dolor de este secreto enterrado revela fallas enormes, una historia familiar con resonancias universales. Esta búsqueda los lleva al corazón del país de origen de Nawal, el Líbano, un país marcado por la violencia y las cicatrices de una guerra civil.
Enojados con su madre y completamente incomprensibles, se encuentran inmersos en el impactante pasado de esta mujer resistente y valiente. Esta obra, que se inspira en la esencia de las grandes tragedias griegas, describe con sorprendente intensidad el devastador absurdo de la guerra.
Al transformar esta investigación en un rito iniciático, Elkahna Talbi e Ines Talbi colocan al espectador cara a cara con su propia humanidad, recordando la vulnerabilidad de nuestras raíces y las sombras que las rodean.
Un viaje teatral a las fronteras de lo íntimo y lo político
Los directores exploran la complejidad de la identidad, al borde de la historia personal y la violencia política. Al confrontar al público con la historia de Nawal, una mujer forjada por la guerra, el odio y el silencio, el espectáculo revela la pesadez del pasado colonial y los estigmas de una herencia transgeneracional. En este viaje a la tierra de sus antepasados, los gemelos encarnan no sólo herederos, sino también testigos de la memoria colectiva, transportados por las esperanzas y los horrores del mundo.
Incendios resuena dolorosamente con los acontecimientos actuales, mientras el Líbano se desmorona en este mismo momento bajo los golpes de balas, explosiones y ataques. El país está en llamas y sangre, los cuerpos caen, pero en este caos retumba también la rabia, la resistencia y la resiliencia de un pueblo que se niega a ceder. Esta pieza nos recuerda que la guerra no es un capítulo cerrado en los libros de historia: es una realidad contemporánea, aún viva y destructiva. Las secuelas de la violencia, lejos de detenerse en los campos de batalla, reverberan a través de generaciones enteras, tejiendo un legado de dolor y cicatrices que seguirán persistiendo.
La música y el cuerpo, el corazón palpitante de la narración
Bajo el liderazgo de las hermanas Talbi, los cuerpos de los actores y actrices y la música se convierten en personajes por derecho propio. Cada gesto, cada silencio y cada nota cuenta una parte de este misterio asfixiante.
La puesta en escena deIncendios logra traducir el horror de una manera profundamente poética. La sangre, en lugar de ser una representación gráfica de la violencia, está simbolizada por pétalos rojos que caen delicadamente, proporcionando una imagen tan hermosa como trágica. Los trajes creados por Sophie El-Assaad son obras de arte en sí mismos y añaden una dimensión visual sorprendente, enriqueciendo la estética general de la pieza.
La música de Ilyaa Ghafouri y Radwan Ghazi Moumneh balancea la pieza con una precisión impresionante, donde cada sonido encarna la pesadez de los temas abordados manteniendo una sorprendente ligereza, creando así un sorprendente contraste que enriquece la experiencia emocional del espectador.
La forma de representar el caos supera las expectativas ligadas a una obra que aborda temas tan pesados, con bloques explotados que se reorganizan constantemente para evocar montañas, la notaría, un teatro, una prisión, un tribunal, creando así un espacio escénico dinámico y multifuncional. La música, cautivadora e inmersiva, acompaña esta transformación, mientras una persona dibuja manualmente los números de los actos de la obra a medida que transcurre, recordando la pirámide de Freytag. Esta pirámide, diseñada por el dramaturgo alemán Gustav Freytag, es una herramienta narrativa que ilustra la estructura de una historia dramática, descomponiendo la trama en exposición, desarrollo, clímax, desenlace y resolución.
Dominique Pétin, encarnando a todos los Nawal, se convierte en el alma de esta tragedia, llevando los años como cicatrices visibles. Su actuación hace palpable el dolor y la resiliencia de Nawal, transformando el espacio escénico en un mosaico de sufrimiento y fuerza.
A través de estas elecciones artísticas, la pieza trasciende la representación convencional del sufrimiento e invita al espectador a explorar capas de significado y emoción, transformando la tragedia en una experiencia reflexiva y estética.
Más allá de las llamas, un amor indestructible
En el horror se esconde una ternura tenaz, un amor indestructible que sobrevive a las peores atrocidades. Incendios es una oda al poder inconmensurable del amor, que trasciende el caos y la injusticia. Elkahna Talbi e Ines Talbi infunden a esta pieza una dulzura conmovedora, como un último aliento de esperanza, recordándonos que, incluso en las cenizas de la tragedia, el amor es la llama que nunca se apaga.
Con rara intensidad, Incendios nos enfrenta a nuestros propios silencios y a nuestra necesidad de reconciliación, con los demás pero sobre todo con nosotros mismos.
Incendios se presenta en el Théâtre Duceppe hasta el 30 de noviembre en la Place des arts y estará de gira del 7 de febrero al 16 de abril en Quebec.