En medio de sus flores brilla Brigitte Proux. Ranúnculos, lilas, tulipanes, conoce las propiedades de sus pequeños protegidos como la palma de su mano. Y con razón, la directora de Abélia Déco, situada cerca del mercado cubierto, trabaja en el sector de los arreglos florales desde hace cuarenta y un años. Un “trabajo que le apasiona”, como ella lo describe, que ha decidido dejar muy pronto para jubilarse. El 12 de noviembre, la tienda será comprada por Vincent Guiral, director de Agen Fleurs, una empresa mayorista familiar. “Para que conste, fue su tío quien me colocó en esta tienda cuando comencé. Los conozco desde hace mucho tiempo”, explica.
A sus 58 años, el florista no se arrepiente de haber vendido. “Siento que el cuerpo está cansado. Antes me estaba recuperando de las vacaciones de Navidad. [la période la plus intense, NDLR] después de tres o cuatro días, pero ahora, diez días después, todavía es difícil”, susurra. L’Agenaise ya llevaba varios años pensando en jubilarse. “Lo experimento muy bien. Mentalmente estoy preparado. »
un asunto familiar
Todo empezó en el jardín de su abuela. Desde muy pequeña, la pequeña retozaba entre las flores plantadas por su abuela, llamada Marguerite. Una historia de vocación frustrada, que se ha extendido por generaciones. “A mi abuela le apasionaba […]quería aprender a hacer ramos. Pero cuando llegó la guerra, su hermano le dijo: “Aprenderás a coser, te será más útil”. Entonces lo hice en su lugar”, explica Brigitte Proux, con una sonrisa en los labios.
De pequeña estudió floristería y empezó a trabajar muy tempranamente, a los 17 años, antes de llegar a su tienda actual como empleada, en 1986. Sólo diez años después compró el lugar con su marido. “Lo que más me gustó fue ver la evolución de la profesión y luego el contacto con los clientes. Es un poco especial porque a veces vienen para momentos tristes y otras para momentos felices. »
Un ramo de… 500 rosas.
A lo largo de los años, Brigitte Proux ha conservado su pasión por el arte y la creatividad florales. ¿Su pedido más original? Un amante que había encargado que le entregaran cerca de 500 rosas a su amada. “Una noche, todos mis amigos querían saber para quién eran las flores y fue una búsqueda del tesoro hasta las 4 de la madrugada. Lloramos de risa”, recuerda, al tiempo que precisa que nunca reveló el nombre de la afortunada, por secreto profesional.
A medida que se acerca su jubilación, la florista imagina el tiempo libre que tendrá. “Podré ir a ver a mi familia más a menudo, practicar deportes y hacer manualidades”, afirma. Pero las flores nunca estarán lejos. “Me encanta todo lo relacionado con las plantaciones; de hecho, tocar la tierra, hacerla crecer. Mi marido me dijo: ”Vas a ir al jardín, no creo que te vaya a ver más”, sonríe.