Kristin y Siena Provenzano
Mi hija Siena nació 14 semanas antes de tiempo y pesó menos de dos libras. Poco sabía yo de la batalla que nos esperaba; 71 días de múltiples transfusiones de sangre, ventilación, esteroides pulmonares, un catéter central insertado periféricamente (PICC) para un largo tratamiento con antibióticos, más pinchazos de agujas de los que jamás se puedan contar, varios ultrasonidos de cabeza, fluctuaciones de temperatura, oraciones interminables y más lágrimas que concebible. Navegar por todo esto durante una pandemia de salud global fue solo la guinda del pastel. Incluso los días buenos fueron más difíciles de lo que puedas imaginar. Afortunadamente, mi pequeña pasó de ser una pequeña y enfermiza prematura a una niña de tres años increíblemente divertida, amable, adorable y cariñosa.
Una vez que me dieron de alta de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), en los primeros días después del nacimiento de Siena, mi esposo me convenció de recorrer la Casa Ronald McDonald (RMH) en Hamilton y considerar quedarme allí, en lugar de ir y venir. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras recorría la casa, preguntándome cómo nos estaba pasando esto pero también pensando en lo impresionante que parecía este lugar y lo amable y acogedor que era el personal. Rápidamente supimos que este se convertiría en nuestro segundo hogar.
No solo nos brindaron la comodidad de estar cerca de Siena, sino que RMH nos brindó comidas caseras, un lugar limpio y seguro para quedarnos y nos permitió concentrarnos principalmente en el bienestar de nuestra hija. Mi familia estará eternamente agradecida por la comodidad, flexibilidad y hospitalidad que nos brindó el RMH.
