18 presos y se solicita internamiento

18 presos y se solicita internamiento
18 presos y se solicita internamiento
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Dieciocho años de prisión, pero sobre todo internamiento. Es lo que pidió el fiscal este miércoles contra el asesino de Charmilles, en 2019, que también es uno de los autores del atentado de Saint-Jean, en 2017, que dejó a dos hombres horriblemente discapacitados. El fiscal Frédéric Scheidegger también volvió extensamente sobre estos primeros hechos, ya juzgados por la justicia de menores (que dictó 38 meses de prisión en 2021), para apoyar su petición: que una vez cumplida la pena, se evalúe cada año la peligrosidad del acusado, de modo que solo sea liberado cuando sea inofensivo.

El caso Charmilles es dramáticamente simple: “Un grupo de jóvenes se cruza con el acusado. En pocos minutos, uno acaba en el hospital, el otro en un ataúd”. Una vez establecidos los hechos, el magistrado se propuso demostrar la peligrosidad del autor, pero también su duplicidad. A lo largo de su seguimiento psicológico, habría “aprendido a decir que le falta empatía. Es capaz de dar una imagen suave de sí mismo”. Sin embargo, habría sido “abismalmente frío, inquietante”. “Aquí lo vemos durante horas con la cabeza gacha. En realidad, en prisión, es perfectamente feliz”.

Inquietante: el adjetivo es el hilo conductor de la acusación. El fiscal recuerda la evaluación psiquiátrica de 2021. En ella se menciona un “trastorno de personalidad disocial muy grave. Existe una gran preocupación de que cometa otros delitos del mismo tipo”. Una conclusión “inquietante”. “Inquietante” también, añade el último informe del caso este año. “Recomienda una psicoterapia a largo plazo en un contexto de encuadre y estructuración. No se sabe si el acusado podrá sentir empatía emocional alguna vez”. Sin embargo, señala Frédéric Scheidegger, “sigue siendo uno de los fundamentos de la vida en sociedad. Y para salir de ella, hay que poder vivir”.

El fiscal lo duda, pues considera que las preguntas esenciales, este miércoles, son “¿por qué?” y “¿quién es?” el joven, que ahora tiene 23 años. Luego, recuerda que sufrió problemas de conducta desde muy temprano, su impulsividad y su violencia fueron objeto de atención en instituciones desde los 2 años, y luego a los 7.

El acusado vuelve a hablar del atentado de Saint-Jean, “una celebración de la fuerza bruta. No hay ningún porqué. Lo que explica el acusado es que el grupo había buscado una víctima porque quería luchar”. En su momento, los especialistas habían estimado que su riesgo de reincidencia era “elevado en presencia de alcohol y de un grupo”. “Había que apartarlo de su entorno social, cosa que no se hizo”, observa Frédéric Scheidegger.

El adolescente sigue saliendo, bebiendo y jugando a la ruleta rusa con su atracción por la violencia. El magistrado revela así un episodio inquietante, ocurrido la víspera del drama de Charmilles, y sugiere que no se trata de una coincidencia. La noche anterior, el joven, que entonces tenía 18 años, había salido de fiesta, lo habían expulsado y, en la calle, había mostrado un cuchillo a un cliente que supuestamente lo había empujado durante la noche. Lo insultó, insultó a las chicas que estaban con él, pero el hombre tuvo la presencia de ánimo de no reaccionar y de abandonar el local. “Estuvimos a punto de sufrir una tragedia”, juzga el fiscal. Esta noche constituye “el doble de lo que ocurrirá unas horas más tarde”, cuando la gente “busca problemas” para proporcionar un pretexto a la violencia. “Aquí encontramos la noción de gratuidad”, subraya Frédéric Scheidegger. El acusado “es de alguna manera el asesino a pesar de sí mismo. No sabemos por qué matamos. Lo cual es bastante preocupante”. Y por lo tanto justificaría añadir el internamiento a la prisión.

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