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¿Y si el virus del herpes tuviera la clave?

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La enfermedad de Alzheimer, cuya prevalencia aumenta con el envejecimiento demográfico, plantea cada vez más preguntas sobre un posible vínculo con el virus del herpes simple tipo 1 (HSV-1). Las investigaciones en curso examinan el papel potencial de este último en el desarrollo y la progresión de la enfermedad, sin que aún se hayan establecido conclusiones definitivas.

La enfermedad de Alzheimer (EA) representa un importante desafío de salud pública en un mundo donde el envejecimiento de la población avanza a un ritmo rápido. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualizados el 1es En octubre de 2024, se espera que el porcentaje de la población mundial mayor de 60 años casi se duplique entre 2015 y 2050. Aumentaría del 12% al 22%, lo que representa casi 2.100 millones de personas. Esta evolución corre el riesgo de intensificar el impacto de la enfermedad de Alzheimer, que actualmente es incurable. De hecho, las estadísticas nacionales estadounidenses correspondientes a 2024 muestran que esta patología afecta aproximadamente al 5% de las personas entre 65 y 74 años, al 13,2% de las personas entre 75 y 84 años y al 33,4% de las mayores de 85 años, con una prevalencia en constante aumento. Su etiología sigue siendo desconocida hasta el momento. Una hipótesis reciente destaca un papel potencial del virus del herpes simple tipo 1 (HSV-1), responsable del herpes labial, en el desarrollo de la enfermedad.

Hipótesis antigua pero persistente

Desde hace varias décadas, la investigación biomédica se ha centrado intensamente en la relación entre las infecciones virales y las patologías humanas. En 2024, el equipo de Roberto Mallone del Instituto Cochin informó, en Avances científicosuna posible asociación entre el virus Coxsackie B y la diabetes tipo 1. En 2022, el equipo de Alberto Ascherio de la Universidad de Harvard estableció un vínculo entre el virus de Epstein-Barr y la esclerosis múltiple, y los resultados de su estudio se publicaron en Ciencia. En 1976, Harald zur Hausen demostró que ciertos tipos de virus del papiloma humano (VPH) desempeñan un papel en el desarrollo del cáncer de cuello uterino, descubrimiento que le valió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 2008.

Recientemente, estudios científicos han sugerido que varios virus pueden contribuir a la aparición y/o progresión de la EA. Sin embargo, aún no se conocen bien el alcance de su participación y los mecanismos por los cuales aumentan este riesgo. La hipótesis de la implicación del virus del herpes en la EA se ve reforzada por varios datos, incluidos los de la cohorte francesa de Trois Cité (3C). En él participaron cerca de 10.000 participantes de 65 años o más, repartidos en tres ciudades francesas (Burdeos, Dijon y Montpellier) y se llevó a cabo durante un período de diez años. Mediante ensayos específicos, los investigadores identificaron a los infectados con HSV-1. Al final del seguimiento, el 19,7% de los participantes desarrolló demencia. Sin embargo, no se ha observado correlación entre el virus y la EA, excepto en pacientes con un factor de riesgo genético específico (apoe ε4), en quienes la infección se asoció con un riesgo de 3 a 4 veces mayor en comparación con las personas no infectadas.

Imágenes de alta resolución

Un nuevo estudio, publicado el 2 de enero en Informes celularesTambién destaca un vínculo potencial entre HSV-1 y el desarrollo de AD, explorando una vía mucho más profunda. Principalmente asociado con lesiones vesiculares labiales, este virus llamado neurotrópico (y por lo tanto que tiene afinidad por el sistema nervioso) está bien documentado por su capacidad para infectar neuronas, donde puede persistir en forma latente (es decir, inactiva). ) durante años o reactivarse de forma intermitente. ¿Esta reactivación podría alterar los procesos neuronales y promover el desarrollo y progresión de la EA? Ésta es precisamente la pregunta que los autores de este estudio intentan responder. Uno de los principales desafíos para demostrar dicho vínculo es la dificultad de detectar el virus en el cerebro de los pacientes.

De hecho, aunque el VHS-1 se detecta en el suero y el líquido cefalorraquídeo (líquido transparente que rodea y protege el cerebro y la médula espinal), rara vez se encuentra en muestras de cerebro. Los investigadores plantearon la hipótesis de que el HSV-1 estaría presente como proteínas en el cerebro de los pacientes con EA, pero en niveles indetectables con los métodos convencionales. Para explorar esta vía, utilizaron una técnica innovadora para amplificar muestras para obtener imágenes de alta resolución y mapear espacialmente las proteínas HSV-1. Las observaciones revelaron que estos últimos eran particularmente abundantes en las regiones del cerebro asociadas con la EA. Esta observación sugiere que el virus interactúa directamente con los mecanismos patológicos de la enfermedad. ¿Pero cómo?

Mecanismo de defensa

Uno de los resultados más interesantes de este estudio es el descubrimiento de que la proteína tau, cuya fosforilación anormal constituye un marcador clave de la EA, podría, paradójicamente, desempeñar un papel protector contra las infecciones virales. Los investigadores observaron que la proteína tau hiperfosforilada parecía inhibir la producción de proteínas virales en las neuronas infectadas, reduciendo la muerte celular en estas últimas del 64% al 7%. Sin embargo, cuando esta fosforilación se vuelve crónica, puede inducir toxicidad, contribuyendo a disfunciones neuronales conocidas y exacerbando los efectos patológicos de la EA, particularmente en respuesta a factores como el HSV-1. Sin embargo, no se detectó interacción entre este virus y las placas amiloides, otra característica distintiva de la EA, lo que lleva a los investigadores a creer que las proteínas amiloides pueden estar implicadas en la respuesta inmune contra infecciones bacterianas o fúngicas.

Los autores de esta publicación destacan que lo que se percibió, durante varias décadas, como la firma patológica de la EA (tau hiperfosforilada y placas amiloides) podría ser en realidad un mecanismo de defensa celular. Esta hipótesis explicaría en parte la eficacia limitada de los tratamientos antiamiloide, que ha suscitado un amplio debate sobre su utilidad, pero también sobre su seguridad. Esta polémica se intensificó tras el rechazo del lecanemab (un anticuerpo terapéutico antiamiloide) por parte de la Agencia Europea de Medicamentos (o Agencia Europea de Medicamentos – EMA, en inglés) en julio de 2024, aunque había sido aprobado por la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos ( FDA) un año antes. Este rechazo recuerda el camino del primer tratamiento antiamiloide, el aducanumab, cuya comercialización en Europa también fue rechazada en 2022, después de haber sido aprobado por la FDA.

Posible vía terapéutica

De comprobarse la implicación del HSV-1 en la EA se abrirían nuevas perspectivas para el tratamiento de esta patología. Actualmente se están realizando estudios para determinar si los fármacos antivirales podrían constituir una opción terapéutica para estos pacientes, con el fin de frenar o detener la progresión de la enfermedad. Un gran estudio realizado por Tzeng et al. en Taiwán, que incluyó a 33.448 pacientes, encontró que las personas infectadas con HSV-1 tenían un riesgo 2,56 veces mayor de desarrollar demencia. Por otro lado, se observó una reducción de este riesgo en pacientes infectados pero tratados con antivirales. Aunque se está desarrollando una vacuna contra el HSV-1, la vacunación contra el virus varicela-zóster (VZV) ha demostrado una reducción en la incidencia de enfermedades neurológicas y demencia. Dicho esto, a la espera de los resultados de futuros estudios, queda por seguir de cerca esta vía, con la esperanza de encontrar nuevas soluciones para más de 55 millones de personas afectadas por la EA en todo el mundo.

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