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No, los mariscos no son un sumidero de carbono, pero emiten CO2

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Un estudio contradice la reciente hipótesis según la cual los bivalvos capturan el CO2 atmosférico. El carbono necesario para fabricar las conchas proviene en realidad de la erosión de las rocas. Para reducir las emisiones del cultivo de mariscos, los científicos recomiendan devolver las conchas al agua y cultivarlas conjuntamente con algas.

Si bien los bivalvos (ostras, mejillones, almejas, etc.) son tradicionalmente considerados fuente de CO² debido a sus procesos de respiración y calcificación, algunos estudios recientes sugieren que podrían servir como sumideros de CO², como los bosques o las algas. Esta nueva hipótesis ha ido ganando terreno, hasta el punto de plantearse seriamente la integración del sector mariscador en el mercado de carbono para concederle subvenciones o créditos, porque contribuiría a la captura de CO². Un artículo publicado en Reviews in Aquaculture contradice esta nueva interpretación del papel de los bivalvos en la lucha contra el cambio climático.

Científicos del Ifremer, el CNRS, la Universidad de Gotemburgo en Suecia y el Laboratorio de Radioecología de la Agencia Internacional de Energía Atómica en Mónaco examinaron 51 artículos científicos que estudian la relación entre los mariscos y el CO². Identificaron que 36 de ellos consideraban que la fabricación de corazas consume CO², pero que sus conclusiones se basaban en una idea errónea de la química de los carbonatos. Según ellos, el principal malentendido radica en la idea de que el carbono de las conchas proviene del CO² atmosférico.

O, “La mayor parte del carbono contenido en la cáscara, en forma de carbonato cálcico, proviene de iones carbonato o bicarbonato resultantes del proceso de erosión a largo plazo de las rocas”, escriben los autores de este estudio. A corto plazo, es decir en una escala temporal inferior a 10.000 años, la producción de carbonato cálcico no acelera la alteración ni la captura del CO2 atmosférico. Peor aún, la respiración y la calcificación, que son el origen de la producción de la concha, liberan CO² en el agua y, por tanto, aumentan su concentración en el océano. En última instancia, este proceso reduce la capacidad de los océanos para almacenar CO² atmosférico y contribuye al cambio climático.

Ante esta observación, los investigadores recomiendan dos soluciones. El primero consiste en devolver los residuos de conchas al agua de mar después de su consumo, porque su almacenamiento en tierra no contribuye al secuestro de CO². Su disolución en agua, por el contrario, tiene el efecto de absorber CO² y por tanto compensa las emisiones resultantes de la calcificación. “Actualmente, la mayoría de los proyectiles se incineran, lo que provoca un aumento de la concentración de CO² en la atmósfera. Por lo tanto, se debe tener en cuenta el destino de las conchas después del consumo de carne”. recomiendan los expertos de este estudio.

Muchos servicios ecosistémicos son proporcionados por el cultivo de bivalvos.

La segunda solución consiste en cultivar algas asociadas a mariscos, porque su proceso de fotosíntesis transforma el CO² en biomasa. Esta cocultura debería permitir capturar parte del exceso de CO² vinculado a la ganadería. “El desarrollo de estas dos soluciones abre grandes perspectivas para reducir la producción de CO² procedente del cultivo de mariscos. Aunque el cultivo de bivalvos no es un sumidero de CO², su desarrollo futuro no debería verse obstaculizado, porque se encuentran entre las fuentes de proteínas animales que menos CO² emiten. »

Los autores de este estudio también van más allá y destacan la importancia de evaluar los esfuerzos para combatir el cambio climático en un contexto más amplio que incluya la preservación de la salud ecológica, los servicios ecosistémicos y la biodiversidad. “En este sentido, el cultivo de bivalvos proporciona muchos servicios, como la filtración y clarificación efectiva del agua de mar, la regulación de los ciclos de nutrientes y la eutrofización, y la creación de hábitats para diversas especies. Por lo tanto, el impacto positivo general de los bivalvos en los ecosistemas marinos los convierte en un elemento importante de la acuicultura sostenible que no debe verse eclipsado por el hecho de que son fuentes de CO². »

Por ello, los científicos recomiendan, por ejemplo, continuar con la conservación de los arrecifes de ostras naturales amenazados, porque contribuyen a los servicios ecosistémicos esenciales y sirven como hábitat para la biodiversidad. “La conservación de estos arrecifes también se justifica desde la perspectiva del CO², ya que potencialmente constituyen un reservorio enterrado de carbono orgánico que se debe evitar que vuelva a salir a la superficie y se convierta así en una fuente adicional de CO². »

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