Hace aproximadamente entre 161 y 168 millones de años, un renacuajo “gigante” tuvo un final prematuro y se hundió en el fondo de un estanque. Después de milenios, su rastro fosilizado fue exhumado por investigadores en la Patagonia (Argentina). El espécimen jurásico, descrito en Nature el 30 de octubre de 2024, arroja nueva luz sobre la evolución temprana de los anfibios. No en vano se trata del renacuajo más antiguo conocido (y el mejor conservado, según los especialistas), superando al anterior poseedor del registro antiguo en unos 30 millones de años.
Secretos de una especie “gigante” extinta
El fósil fue descubierto por casualidad. Luego, los paleontólogos buscaron sedimentos finos y cenizas volcánicas de la formación La Matilde, en el macizo del Deseado (sur de la Patagonia, provincia de Santa Cruz). Esperaban tropezar con restos raros conservados de tejidos blandos de dinosaurios. En cambio, encontraron los de ranas “gigantes” que miden entre 9 y 15 centímetros, de la especie extinta. Notobatrachus degiustoi. Todos los especímenes eran adultos, lo que llevó a algunos investigadores a especular que durante el Jurásico, estos anfibios no experimentaron la etapa de desarrollo de renacuajo.
Pero en enero de 2020, un miembro del equipo recogió una piedra singular: incluía la huella de un renacuajo que medía 16 centímetros de largo desde la cabeza hasta la cola, de la que se conservaban detalles de branquias, ojos e incluso algunos nervios. Un descubrimiento que proporciona pruebas contundentes de que incluso en sus primeras etapas evolutivas, las ranas y los sapos experimentaron la etapa de vida “renacuajo”. “Es como un Mona Lisauna obra maestra del arte de la evolución”comenta entusiasmado el profesor John Long, paleontólogo de la Universidad de Flinders que no participó en la investigación, a la American Broadcasting Company (ABC) sobre el fósil.
Aún más, al estudiarlo bajo un microscopio, los autores del estudio descubrieron que el cartílago que sostiene las branquias del animal era sorprendentemente similar al de los renacuajos modernos. En el pasado, habría aspirado y luego exhalado agua de los estanques poco profundos de su hábitat tropical a través de sus branquias, filtrando así los alimentos y absorbiendo oxígeno de una sola vez.
El pequeño de Notobatrachus degiustoi Por lo tanto, probablemente no se alimentaba de las diminutas conchas, insectos y crustáceos encontrados como fósiles en las rocas de La Matilde. Sino más bien, de microorganismos y desechos orgánicos que flotan en el agua. Aún hoy, las larvas de la rana toro (Lithobates catesbeianus) raspar las piedras de las piedras para aspirarlas, por ejemplo.
Explicando la evolución de los renacuajos gigantes
Además de adoptar estrategias de alimentación similares, los renacuajos antiguos probablemente también se parecían a algunas especies modernas en su tamaño “gigante”. Las larvas de las actuales ranas paradójicas (pseudoparadoja), también originaria de Argentina, puede alcanzar más de 20 centímetros de largo, antes de reducirse a un tamaño “normal” de apenas 5 centímetros una vez adulto. Esta diferencia entre las dos edades, que ha intrigado a los científicos durante mucho tiempo, podría observarse en Notobatrachus degiustoi. Sin embargo, una cosa no está bien: los adultos de la especie también se clasifican como “gigantes”.
Por lo tanto, los científicos sospechan que el renacuajo de 16 centímetros recientemente identificado podría haber estado al borde de la metamorfosis, dado su cartílago bien desarrollado. Probablemente no habría crecido más que los adultos, cuyos fósiles tienen aproximadamente la misma longitud en la formación. Por lo tanto, la especie no podría presentar la misma especificidad que pseudoparadoja. Pero esto último todavía puede proporcionar pistas sobre por qué los renacuajos de Notobatrachus degiustoi se han vuelto tan grandes.
Las ranas Paradox viven en estanques temporales poco profundos que se secan y se reforman con las estaciones. No enfrentan mucha depredación por parte de los peces. Esto permite que las crías permanezcan más tiempo en la etapa de renacuajo, aprovechando al máximo la comida disponible en los estanques antes de metamorfosearse en adultos y pasar a los refrigerios terrestres. El descubrimiento de un renacuajo de más de 160 millones de años muestra que esta estrategia evolutiva permaneció aprobada durante años, ayudando a los anfibios a sobrevivir a varias extinciones masivas.
Sin embargo, esta transición de la forma larvaria a la adulta acentúa ahora las dificultades de ciertas especies: su dependencia de los hábitats tanto terrestres como acuáticos las hace dos veces más vulnerables a las perturbaciones humanas. “La misma metamorfosis que los hizo exitosos hoy los hace más vulnerables a la extinción”. concluye a National Geographic el paleontólogo Federico Agnolín, cuyo equipo está detrás del descubrimiento del informativo fósil.
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