IA: cómo acelera la búsqueda de otro planeta habitable

IA: cómo acelera la búsqueda de otro planeta habitable
IA: cómo acelera la búsqueda de otro planeta habitable
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Si en planetas diferentes al nuestro pudieran existir formas de vida extrañas, los investigadores esperan encontrar algunas que nos resulten familiares: en un mundo rocoso con una atmósfera estable y agua líquida, orbitando alrededor de una estrella. Sin embargo, el número de planetas en la Vía Láctea ascendería a cientos de miles de millones, de los cuales sólo una fracción, pequeña pero desconocida, sería similar a la Tierra.

En esta búsqueda, la humanidad ha tenido un comienzo relativamente lento. El primer planeta distinto al nuestro orbitando una estrella (un exoplaneta) fue descubierto en 1995. El telescopio espacial Kepler dio un impulso en la década de 2010: estuvo enfocado en 150.000 estrellas durante nueve años, rotando de vez en cuando para observar otra parte del espacio. . Su sucesor, TESS (Transiting Exoplanet Survey Satellite), se lanzó en 2018 para escanear una parte más grande del cielo y centrarse en unas 200.000 estrellas más cercanas a la Tierra. Pero, incluso con estos observatorios espaciales, verificar que un planeta orbita otra estrella requiere mucho tiempo y es complejo. Estos instrumentos no pueden visualizar el planeta en sí, sino que confirman su existencia indirectamente: midiendo la caída del brillo de la estrella debido al tránsito del planeta. Los astrónomos miden estas variaciones de brillo (“curvas de intensidad de la luz”) para identificar planetas potenciales. Luego, para demostrar la existencia de una de ellas, los telescopios terrestres miden la oscilación de la estrella debido a su atracción gravitacional. Una vez identificado el planeta, determinar su aspecto resulta aún más difícil. Pero los astrónomos pueden hacer suposiciones basándose en su tamaño y distancia de la estrella.

Gracias a este minucioso trabajo, los científicos han descubierto al menos 5.600 exoplanetas en la Vía Láctea. Algunos son gigantes gaseosos más grandes que Júpiter y Saturno; otros queman rocas más pequeñas que Marte; la mayoría son mundos hechos de gas, roca o ambos, y a menudo varían en tamaño desde la Tierra hasta Neptuno. Ninguno se parece al planeta azul ni presenta las condiciones o compuestos químicos necesarios para el desarrollo de la vida tal como la conocemos. Pero la IA podría revelar algo más, porque puede ver incluso más lejos.

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