En tiempos de emergencia climática, el mundo sigue ahogándose en plástico. En 2019, se produjeron 460 millones de toneladas de plástico, de las cuales 353 millones se convirtieron en residuos, o alrededor del 80%, según un estudio de la OCDE.
Ante esta observación, están aumentando las campañas de sensibilización para animar a los consumidores a reducir su uso de plastico. Sin embargo, más allá de estas iniciativas ciudadanas, la comunidad científica también se está movilizando para proponer alternativas innovadoras. Entre estos esfuerzos, investigadores de la Universidad de Kioto hicieron un descubrimiento prometedor mientras realizaban investigaciones sobre desechos plásticos. Destacaron una bacteria, llamada Ideonella sakaiensis, capaz de descomponer el plástico utilizando una enzima que produce de forma natural: la PETasa. Esta enzima descompone el tereftalato de polietileno (PET), un plástico de uso común.
Un avance chino hacia el plástico biodegradable
Continuando con este avance, científicos de la Universidad de Portsmouth, Inglaterra, han logrado modificar la PETasa para crear una nueva enzima híbrida, llamada MHETasa. Se descubrió que esta versión mejorada era significativamente más eficiente y capaz de degradar el PET a un ritmo seis veces más rápido que la enzima original.
Los plásticos vivos permanecieron estables cuando se sumergieron en refresco (Sprite) durante 60 días, lo que sugiere su uso potencial como materiales de embalaje.
A partir de este trabajo, investigadores del Instituto de Tecnología Avanzada de Shenzhen (SIAT) en China han desarrollado un nuevo tipo de plástico biodegradable. Su innovación se basa en la incorporación de esporas bacterianas directamente al material. Estas esporas permanecen inactivas hasta que el plástico comienza a degradarse, lo que permite la activación específica de las enzimas.
Bacterias al servicio del medio ambiente.
En detalle, los investigadores chinos utilizaron una bacteria llamada Bacillus subtilis para lograr este avance, utilizando su capacidad natural para producir una enzima, la lipasa BC, que puede descomponer ciertos tipos de plásticos. Luego los científicos presentaron bacilo subtilis a iones de metales pesados, que permitieron que sus células se convirtieran en esporas. Esporas que luego se integraron en perlas de policaprolactona, antes de fundirse para formar un plástico sólido.
El plástico así creado permanece estable hasta que se aplica una segunda enzima, de la bacteria Burkholderia cepacia, para activar las esporas y desencadenar descomposición del material. Esta activación permite que el plástico se descomponga en aproximadamente una semana. Sin esta activación, el mismo material tardaría alrededor de un mes en degradarse de forma natural.
Y los resultados obtenidos son prometedores: “Los plásticos vivos permanecieron estables cuando se sumergieron en soda (Sprite) durante 60 días, lo que sugiere su potencial uso como materiales de embalaje”, dijeron los investigadores en un comunicado. Pero tenga cuidado: aunque esta bacteria generalmente es inofensiva para los humanos, en determinadas situaciones puede contaminar los alimentos y provocar intoxicaciones alimentarias.