James Webb, una joya de la ingeniería estacionada a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra, opera en infrarrojos y es capaz de revelar detalles que no pueden ser vistos por otros telescopios.
Las observaciones reveladas el lunes permitieron a los astrónomos comprender mejor cómo estas nubes de polvo emiten y bloquean la luz, así como la “forma multidimensional” de la nebulosa, según un comunicado de prensa de la NASA.
La Nebulosa Cabeza de Caballo ha fascinado a los entusiastas del espacio desde su descubrimiento a finales del siglo XIX. Las nubes de gas que la rodeaban se han disipado, pero su estructura sigue presente y visible porque está formada por un material más grueso. Según los científicos, dentro de unos cinco millones de años también se habrá desintegrado.