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En los misterios de la memoria, parece lógico que las células cerebrales sean las únicas encargadas de preservar los recuerdos. Cada momento, cada experiencia, está tejida por una red neuronal dispuesta a activarse según las reminiscencias. Sin embargo, un estudio realizado por investigadores estadounidenses revela sorprendentemente que las células cerebrales no son las únicas que tienen capacidades de memorización precisas. Ciertas células no cerebrales, dispersas en varias regiones del cuerpo, también serían capaces de realizar esta hazaña. Este descubrimiento abre nuevas perspectivas tanto para el tratamiento de determinadas afecciones neurológicas como para la mejora de las capacidades de aprendizaje.
Dentro del cerebro humano, la memorización gira en torno a tres etapas distintas. La codificación, la primera fase, consiste en procesar y organizar la información para su fácil asimilación. Luego viene la consolidación, orquestada por el hipocampo, donde los momentos vividos se convierten en recuerdos duraderos. Finalmente, durante la recuperación, la memoria se activa para revivir un evento o información.
Este proceso deja rastros de memoria en el cerebro, llamados “engramas”. Tradicionalmente, en neurofisiología, las neuronas se consideran las únicas células capaces de activar un gen de la memoria. Sin embargo, un equipo de la Universidad de Nueva York, dirigido por el profesor Nikolay V. Kukushkin, se atrevió a explorar la idea de que otras células también podrían estar implicadas en la memorización.
Para ello, el equipo se basó en el efecto de espaciamiento, un concepto bien arraigado en la neurociencia, argumentando que los intervalos de estudio espaciados optimizan la retención de la memoria. Como parte de su investigación, publicada en la revista Comunicaciones de la naturalezaKukushkin y sus colegas replicaron el proceso de aprendizaje químico en el laboratorio. Expusieron dos tipos de células humanas no cerebrales, desde el tejido renal hasta el nervioso, a señales químicas específicas, análogas a las que reciben las células cerebrales durante el aprendizaje.
El objetivo era examinar la reacción de estas células ante estimulaciones repetidas espaciadas en el tiempo. Los resultados mostraron que las células no cerebrales también activaban un gen de la memoria. “ El aprendizaje y la memoria suelen estar asociados con el cerebro y las células cerebrales, pero nuestro estudio demuestra que otras células del cuerpo también pueden aprender y formar recuerdos. “, dijo Kukushkin en un comunicado.
Hacia una exploración en profundidad del proceso de memoria en células no cerebrales
Para comprender cómo estas células activan un gen de la memoria, Kukushkin y sus colegas las modificaron para que produjeran una proteína ligera, permitiendo así detectar la activación del gen. Los resultados de este segundo experimento mostraron que las células modificadas podían distinguir entre pulsos químicos repetidos y espaciados o continuos.
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Los investigadores descubrieron que el gen de la memoria se activaba más intensamente cuando los pulsos estaban espaciados. “
Esto ilustra el efecto de masa espaciada en acción. Esto sugiere que la capacidad de aprender a partir de repeticiones espaciadas no es exclusiva de las células cerebrales, sino que podría ser una propiedad fundamental de todas las células. “, avanza Kukushkin.
Según el equipo investigador, este estudio abre nuevas perspectivas para la investigación sobre la memoria y determinadas patologías neurológicas. “ Ella sugiere que en el futuro necesitaremos tratar nuestro cuerpo más como un cerebro, por ejemplo, considerando lo que nuestro páncreas recuerda de nuestras comidas anteriores para mantener niveles saludables de glucosa en sangre o teniendo en cuenta lo que recuerda una célula cancerosa de la quimioterapia. », concluye Kukushkin.
Fuente: Comunicaciones de la naturaleza
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