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El cerebro humano se parece más al testículo que a cualquier otro órgano

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Aclamado como la estructura más compleja del universo, el cerebro humano no tiene igual, pero ¿qué órgano se acerca más? El testículo, según un estudio.

El cuerpo humano es un conjunto de diferentes órganos que contribuyen juntos a mantener la salud general y la homeostasis. En la cima de esta maquinaria se encuentra el cerebro humano, el centro de control del sistema nervioso. Recibe señales de los órganos sensoriales que traduce en información funcional para múltiples compartimentos fisiológicos. El cerebro también es responsable de la producción del habla, el almacenamiento de la memoria y el desarrollo del pensamiento y las emociones.

El testículo humano juega un papel protagonista en la reproducción y evolución de nuestra especie. Es él quien produce los gametos (espermatozoides) y quien sintetiza/secreta las hormonas masculinas, principalmente testosterona.

El cerebro y los testículos no son tan diferentes

Por tanto, estas dos estructuras parecen desempeñar funciones que, sobre el papel, son separables. A pesar de todo, en las últimas décadas se ha hecho evidente que el cerebro y los testículos humanos compartía varias características.

Sabemos, por ejemplo, que de todos los órganos del cuerpo, estas dos estructuras comparten el mayor número de genes. Recientemente, un estudio también destacó una correlación positiva entre la inteligencia general y la calidad del esperma. También se ha propuesto una posible asociación entre la disfunción sexual masculina y los trastornos neurológicos.

Pero esas no son las únicas similitudes. Si bien el cerebro está formado por neuronas sostenidas por células gliales, los testículos también contienen células de sostén llamadas células de Sertoli. Curiosamente, ambos tipos de células producen lactatosustancia utilizada como fuente de energía por neuronas y células germinales.

El cerebro y los testículos también se caracterizan por sus altísimas necesidades energéticas y, de hecho, son especialmente sensibles al estrés oxidativo. Para contrarrestar esta debilidad, ambos tejidos tienen desarrollaron barreras protectoras similares : la barrera hematoencefálica y la barrera hematotesticular.

Créditos: Flickr / Un blog de salud

Una gran cantidad de proteínas comunes.

Más recientemente, investigadores de la Universidad de Aveiro y de la Universidad de Porto, Portugal, y de la Universidad de Birmingham, Reino Unido, descubrieron que el cerebro humano (tanto masculino como femenino) y los testículos contienen la mayor cantidad de proteínas comunes.

En su artículo publicado en la revista Royal Society Open Biology, los investigadores explican haber comparado los proteomas (el conjunto de proteínas expresadas en una célula) de treinta y tres tipos diferentes de tejidos humanos. Estos fueron tomados del cerebro, corazón, ovarios, testículos, hígado, próstata, cuello uterino y riñones.

Según estos resultados, el cerebro está compuesto por 14.315 proteínas diferentes, mientras que los testículos contienen 15.687. En estas muestras, los dos tipos de tejido comparten proteínas. 13.442 en común.

Estas similitudes entre el cerebro humano y los testículos no se comprenden del todo, pero los investigadores sugieren que pueden ser producto de una proceso llamado especiación. Según esta teoría, las mismas presiones de selección natural que llevaron al surgimiento de nuestra especie podrían haber ayudado a moldear el desarrollo del cerebro y los testículos, consolidando la relación entre estos dos tejidos.

Aunque sus funciones principales difieren, el estudio de las similitudes entre el cerebro y los testículos resalta la importancia de la comunicación celular y los procesos reguladores en estos dos órganos. Los investigadores creen que las proteínas comunes podrían favorecer el buen funcionamiento de procesos complejos, como la producción de hormonas y la transmisión de información neuronal. Estos resultados resaltan cómo estructuras aparentemente diferentes pueden compartir mecanismos fundamentales para la supervivencia y la reproducción, lo que ilustra una fascinante convergencia funcional dentro del cuerpo humano.

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