Es imperativo saber que sólo los médicos están autorizados a inyectar ácido hialurónico o botox y practicar procedimientos de medicina estética. Además, estas prácticas, que van en aumento en los salones de belleza, en las peluquerías o incluso en determinados Spa, constituyen el ejercicio ilegal de la medicina y son contrarias a la moral de la población.
Archivo creado por Sofía Ouahib
Aprovecha una oferta excepcional para Año Nuevo”, “Te esperan descuentos locos en este inicio de año”, “Solo queda una semana para aprovechar nuestra oferta. Aprovecha para empezar el año con estilo”… Tantas ofertas inundan las redes sociales en este inicio de año. Pero si bien podríamos pensar que se trata de ofertas de ropa o de mobiliario para el hogar, no es así. En realidad, se trata de anuncios de descuentos para todo tipo de inyecciones de medicina estética. La ironía es que estos servicios no los ofrecen los médicos sino los llamados esteticistas “profesionales”.
Y muchas mujeres sucumben a estas ofertas “tentadoras”, sin tener en cuenta las repercusiones en su salud, que, para algunas, han sido dramáticas. Este es el caso de una paciente que tuvo que ser hospitalizada de urgencia debido a una grave infección a causa de una inyección realizada por una esteticista “especialista en inyecciones” de ácido hialurónico en los glúteos. Otra incluso tuvo que posponer su boda un año debido a unas inyecciones fallidas en una peluquería.
Al respecto, un asistente médico dice: “La futura novia en cuestión decidió, dos semanas antes de su boda, inyectarse los labios. Al no tener medios para ver a un médico, busca en Instagram y encuentra una oferta promocional de un instituto de belleza. Ella da el paso. Una vez realizada la inyección, los labios de la futura novia se hinchan mucho. Pero la esteticista la tranquiliza y le garantiza que al día siguiente se desinflará. ¡Tan pronto como llegó a casa, la joven notó que el producto había migrado! Un desastre”, continúa el asistente médico. Al día siguiente, la paciente acudió a los médicos para que le quitaran el producto pero ninguno la quiso llevar.
Y con razón: los médicos no quieren responsabilizarse de un acto que no realizaron. Luego regresó a la esteticista donde le aplicaron las inyecciones. Y este último le inyectó hialuronidasa, lo que es aún más dramático.
La razón: esta enzima, muy útil tras una inyección fallida, permite que el ácido hialurónico se disuelva y puede provocar, si las inyecciones son realizadas por personal no autorizado, complicaciones graves y, en particular, trombosis de un vaso, necrosis o inflamación importante de los tejidos. El asistente médico, que admite haber visto todos los colores en cuanto a inyecciones omitidas, recuerda otro caso, el de un paciente que llamó al consultorio médico, desesperado por hablar con el médico.
La asistente le pregunta qué servicio quiere realizar. El paciente no responde. “Me siento incómodo. Le explico que debo tener este detalle para poder darle el cupo que se ajuste al servicio deseado”, explica el auxiliar médico. La paciente acaba confesándole que una esteticista le inyectó los labios, que triplicaron su volumen y que ahora está intentando desinflarlos. “Entonces le explico que es responsabilidad de la esteticista; y que el médico no puede tocarla y asumir esa responsabilidad”.
Luego, la paciente le confiesa que la esteticista bloqueó su número. Lamentablemente, estos casos no son aislados. Los médicos especialistas siguen advirtiendo a las mujeres sobre la práctica ilegal de la medicina estética. De hecho, las esteticistas llamadas “profesionales” ofrecen rellenos de ácido hialurónico e inyecciones de botox. Y es en las redes sociales donde se promocionan. Su estrategia es simple: publicar fotografías ventajosas con, en el pie de foto, ofertas tentadoras para atraer al mayor número de clientes. Sin embargo, no tienen derecho a realizar este tipo de actos reservados únicamente a los médicos.
Necrosis de la piel
De hecho, es imperativo saber que sólo los médicos están autorizados a inyectar ácido hialurónico o botox y realizar procedimientos de medicina estética. Además, estas prácticas, cada vez más frecuentes en los salones de belleza, en las peluquerías o incluso en algunos spas, son, según el profesor Mustapha Khiati, práctica ilegal de la medicina y contrarias a la moral de la población. “Es evidente que hay un descontrol sobre estas prácticas y las víctimas no se atreven a presentar denuncia”, lamenta.
“Hay que saber que los productos utilizados, como la toxina botulínica (botox) o el ácido hialurónico, se devuelven en bolsas de la compra a través de circuitos bien establecidos”, afirma el profesor Khiati. Y el uso de botox (toxina botulínica) o inyecciones de ácido hialurónico con jeringas mal esterilizadas puede provocar infecciones, necrosis o incluso accidentes más graves, como la amputación de un trozo de labio o de la nariz. . Según él, el Botox también puede provocar una cara congelada que no puede sonreír ni tener una expresión facial expresiva. “Con el ácido hialurónico pueden aparecer edemas, pequeños sangrados o hematomas.
Son principalmente nódulos en forma de bolitas a la altura de la zona inyectada los que aparecen y es probable que persistan”, añade. Y en caso de una mala inyección, como una inyección en una arteria y en la boca, el profesor Khiati indica que puede producirse necrosis cutánea o provocar embolias vasculares.
La calidad del producto elegido e inyectado bajo la piel también puede, según Khiati, ser responsable de graves consecuencias para la piel, que pueden llegar a la lipoatrofia o la necrosis, lo que provoca la aparición a distancia de una zona de piel ennegrecida. de la inyección. Por tanto, la cirugía plástica no está exenta de riesgos.
Para el profesor Khiati, incluso en manos expertas, pueden ocurrir accidentes. “El cirujano tiene el deber de informar a su paciente de los posibles riesgos de su actuación”, prosigue.
Saber que cualquier acto quirúrgico implica riesgos y límites, y que en cirugía no existe el riesgo cero. En lo que respecta al rostro, el profesor Khiati asegura que la cirugía plástica, especialmente mediante inyecciones, expone de uno a cuatro riesgos clásicos: hemorragia (o hematoma), infección, cicatrices y parálisis facial.
Por ejemplo, las cicatrices pueden persistir sin posibilidad de hacerlas desaparecer. “En ocasiones, se vuelven hipertróficas o incluso queloides, requiriendo un tratamiento especial”, advierte. Más grave es la aparición de necrosis cutánea, es decir, la muerte de una zona más o menos extensa de la piel dando el resultado contrario al esperado. También puede producirse pérdida de sensibilidad de la piel.
Además, el señor Khiati aseguró que todos los procedimientos realizados en el rostro pueden afectar en gran medida la calidad de la piel. “La cirugía de párpados o el lipofilling (inyección de grasa) también pueden tener consecuencias graves, como infecciones, desunión de cicatrices, dolores, queloides, necrosis, trastornos de sensibilidad, embolias grasas, etc.
Ciertas intervenciones puntuales como la despigmentación del iris, que pueden perjudicar la visión”, añade. Señalando de paso que están empezando a gozar de especial popularidad intervenciones mucho más dolorosas, como el aumento del volumen de los glúteos. Además, el periódico británico The Guardian publicó en 2021 un estudio sobre los efectos adversos causados por el tratamiento antienvejecimiento que afectaría a una de cada seis personas en Europa, es decir, al 16% de los beneficiarios de este tratamiento.
Las complicaciones más comunes observadas son: rigidez muscular, mareos, vértigo, dolor y, a veces, incluso signos cardiovasculares, en particular hipertensión arterial, infarto de miocardio (ataque cardíaco).
Además, el señor Khiati asegura que en el caso de las inyecciones faciales se han reportado complicaciones como edema, puntos azules en el lugar de la inyección, caída del párpado superior cuya remisión puede tardar varios meses, diplopía (visión doble). “Lo mismo ocurre con los cuidados dentales cosméticos como blanqueamientos o carillas que deben ser realizados por profesionales”, concluye el especialista.