Stephanie Allan, de 37 años, toma antipsicóticos desde hace casi catorce años. Esta investigadora escocesa de salud mental, que padecía esquizofrenia, notó durante los veranos británicos cada vez más calurosos que su condición se estaba volviendo crítica: el agotamiento, la irritabilidad y la insolación marcaban su vida diaria. “La gente pensaba que era un vago”dice ella. Esta situación la llevó a cuestionarse más profundamente. En 2019, comenzó a investigar y descubrió que su condición estaba relacionada con sus medicamentos. “Soy un privilegiado. A través de mi trabajo he podido aprender más, lo que no ocurre con la mayoría de las personas con enfermedades mentales”. ella especifica.
El académico señala efectos indeseables poco conocidos por algunos
antipsicóticos recetados para su enfermedad, que afectan su capacidad para sudar o regular su temperatura corporal. Esto aumenta su vulnerabilidad a las olas de calor, como la de muchos individuos que padecen este tipo de patologías. Un estudio realizado durante el episodio del domo de calor en Columbia Británica (Canadá) del 25 al 1 de junioes En julio de 2021 se demostró que, entre veinticinco enfermedades crónicas, la esquizofrenia estaba más fuertemente asociada con un riesgo de muerte, relacionado con la disfunción del sistema de termorregulación, el aislamiento social y el nivel socioeconómico, a menudo bajo, de las personas afectadas.
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