La variante Omicron es bastante bromista. Se olvida en el verano y nos presenta, cuando llega el otoño, la última descendencia de la familia Covid. El virus de moda en las últimas semanas tiene el dulce nombre KP.3.1.1 y es descendiente directo de la subvariante JN.1. Hacer genealogía viral no es imprescindible, por supuesto. Pero esto nos permite recordar que la familia de los Coronavirus todavía está bien establecida en nuestra región. La verdad es que las contaminaciones están repuntando y todos en su entorno conocen a alguien que pasó la prueba de detección con gran éxito. Hay que decir que el pequeño KP.3.1.1 sabe ser persuasivo: supera fácilmente las defensas de los organismos humanos debilitados y ha desarrollado un gran sentido del contacto. En definitiva, se transmite fácilmente y provoca los mismos malestares que sus recientes predecesores: fatiga, tos, fiebre y dolores. Salvo raras excepciones, los inconvenientes no van a más: nada que ver con el tsunami de 2020.
Sin embargo, los médicos animan a los pacientes, especialmente a los mayores, a no bajar la guardia. En este caso, la vacuna sigue siendo la mejor manera de dar un impulso directo al derecho a la enfermedad: el 15 de octubre comenzará una nueva campaña. Además, es la eficacia de esta cadena de vacunas, una especie de solidaridad social de anticuerpos, lo que limita los daños producidos por estos sinvergüenzas virales. Y eso es mucho mejor. Porque el Covid sigue matando, aunque los casos graves sean más raros. Es más, estudios recientes han demostrado que los efectos a largo plazo no son un cuento y preocupan tanto a jóvenes como a mayores. En definitiva, además del armario de otoño, habrá que sacar las mascarillas del cajón y comprobar la fecha de caducidad del gel hidroalcohólico. La rutina.