Conocer a una persona significa primero ver su rostro. ¿Qué expresa? ¿Es simpático o no? Muy rápidamente el cerebro interpreta esta imagen y luego busca identificarla. De los cientos de personas que conozco, ¿me recuerda a alguien que me resulte familiar? ¿La he conocido alguna vez? Profundicemos en los misterios de nuestras capacidades cerebrales para comprender los secretos del reconocimiento facial.
En los humanos, reconocer el rostro de los demás es una función esencial para las interacciones sociales. Si esta capacidad existe entre nuestros primos los grandes simios, los humanos han desarrollado en gran medida su funcionamiento a lo largo de su evolución social. Así, cualquier ser humano es capaz de reconocer el género, la edad, la etnia, la expresión emocional, incluso la identidad de una persona, de una forma muy eficaz, rápida y automática.
El cerebro se especializó a medida que evolucionaron los homínidos, lo que dio al Sapiens una capacidad excepcional no sólo para reconocer un rostro humano, sino también para comprender inmediatamente su expresión.
Cada humano es capaz de reconocer un rostro humano, analizar su expresión y deducir su identidad en tres décimas de segundo.
Esta actuación perceptiva permite a todos memorizar miles de rostros y reconocer uno de sus rostros más familiares entre una multitud de cientos de personas. Los avances de la medicina, el análisis de las consecuencias de las lesiones cerebrales y los datos de imágenes cerebrales permiten distinguir con precisión las regiones especializadas del cerebro implicadas en el reconocimiento facial y comprender sus mecanismos.
El cerebro distingue por primera vez una cara de un objeto
Dos sistemas cerebrales son responsables de esta función. Uno interviene en la percepción rápida de la imagen de un rostro, y el otro en su interpretación permitiendo encontrar el nombre de la persona reconocida. El primer sistema permite la detección inmediata de un rostro e involucra la circunvolución occipital inferior, capaz de distinguir un rostro de un objeto en una décima de segundo. Para ello, señales imprescindibles como el triángulo formado por los ojos y la boca constituyen la primera pista. Luego, le sumamos la detección de otros elementos: la frente arriba y las orejas a los lados.
Este primer sistema diferencia un rostro de un objeto pero no permite su reconocimiento. Entonces entra en juego el segundo sistema que involucra dos regiones diferentes. En primer lugar el situado en el surco temporal superior que detecta la expresión facial: la mirada, la emoción suscitada, así como el movimiento de los labios, elementos que varían según la situación. Luego interviene una segunda región, responsable de la percepción de los elementos fijos y característicos de un rostro (el ancho de la nariz, la altura de la frente, la forma general del rostro y los detalles de las cejas), permitiendo deducir su identidad: la circunvolución fusiforme lateral derecha.
En segundo lugar, el cerebro reconoce la cara.
Un área del cerebro está especializada en el reconocimiento de la identidad: la circunvolución fusiforme. Se trata de un pliegue de la parte inferior del lóbulo temporal derecho, cuyas neuronas están especializadas en reconocer la identidad de un rostro. Es una de las raras regiones del cerebro cuyo volumen aumenta después de la adolescencia a medida que conocemos a un gran número de personas.
Utilizando la información enviada por el sistema de percepción facial inicial, esta región decodifica los rasgos morfológicos estáticos de un rostro conocido y memorizado, centrándose en la información proporcionada por los ojos, las cejas y la boca. Entre 300 milisegundos y un segundo, sus neuronas se comunican con la región temporal anterior, para interrogar nuestros recuerdos y dar rápidamente el nombre de la persona identificada. El daño específico a esta región resulta en un trastorno conocido como prosopagnosia o la incapacidad de reconocer la identidad de un rostro.
Las dos regiones clave, una implicada en la percepción de la expresión facial y la otra en su identidad, colaboran activamente con varias áreas del cerebro cognitivo. Así, las neuronas del surco temporal superior interrogan al lóbulo parietal y al área auditiva para interpretar los movimientos y expresiones faciales, así como el timbre de la voz. Además, el cerebro traduce las expresiones faciales y las expresiones faciales en emociones, para interpretar su carga emocional. Toda esta información se comparte con las neuronas de la circunvolución fusiforme, que la utiliza para compararla con caras memorizadas. Asimismo, esta información interroga la memoria de los nombres de personas conocidas para encontrar la identidad precisa del rostro reconocido.
La incapacidad de reconocer un rostro: prosopagnosia
La prosopagnosia es un trastorno del reconocimiento facial que hace imposible identificar rostros familiares. Las personas con este trastorno pueden ver, pero no reconocer.
El sujeto afectado debe entonces utilizar subterfugios cognitivos para reconocer a la persona encontrada: forma de andar, constitución, peinado, detalles de la vestimenta. La proporción global de personas con este trastorno sigue siendo poco conocida, aunque se estima en alrededor del 2%. Hay causas innatas y adquiridas responsables de este trastorno. La prosopagnosia innata está relacionada con un defecto del desarrollo congénito y posnatal de la circunvolución fusiforme. La prosopagnosia adquirida a menudo se observa después de un derrame cerebral en el lóbulo temporal ventral o después de un traumatismo craneoencefálico, que no se trata rápidamente.
Superreconocedores
A diferencia de los sujetos con un defecto en el reconocimiento facial o prosopagnosia, hay personas que son muy buenas reconociendo rostros que ya han sido memorizados. Según los expertos que han estudiado las cualidades visuales de estas personas, tienen una capacidad superior a la media para percibir diferencias sutiles entre los rostros. Si no todos desarrollan capacidades de memoria superiores a las de los demás, su agudeza perceptiva de los detalles de un rostro aumenta. Por ejemplo, tienen esta asombrosa capacidad de reconocer fácilmente a una personalidad famosa visualizando imágenes de su rostro infantil.