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Salud. ¿Cómo se vuelven las bacterias resistentes a los antibióticos?

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Recientemente se celebró la Semana Mundial de Concientización sobre la Resistencia a los Antimicrobianos. ¿De qué estamos hablando?

Dr. Alexandre Charmillon : El problema de la resistencia no afecta sólo a los antibióticos, que atacan a las bacterias, sino también a los antivirales que tratan las infecciones virales, a los antiparasitarios y a los antifúngicos que se utilizan contra los hongos.

Cada una de estas áreas presenta problemas de resistencia más o menos importantes dependiendo de la región del mundo. Pero la resistencia bacteriana es la principal preocupación, sobre todo debido al uso masivo de antibióticos en todo el planeta.

Por ejemplo, durante la terapia con antibióticos para tratar la neumonía, el antibiótico actúa no sólo sobre las bacterias responsables de la infección, sino también sobre muchas otras que constituyen la microbiota intestinal del paciente.

Ciertas bacterias, naturalmente resistentes o con resistencia adquirida, pueden entonces proliferar. De ahí el mayor riesgo de que una futura infección sea causada por una cepa resistente y también altere el equilibrio de la microbiota.

¿Qué pasa con las infecciones por hongos?

La resistencia de los antifúngicos es preocupante, pero menos que la de las bacterias, porque son más raras. Sin embargo, ciertas levaduras como Candida, en particular Candida auris, requieren una vigilancia especial en todo el mundo.

Este hongo, detectado en varios países, incluida Francia, tiene capacidad de adquirir fácilmente resistencia a los tratamientos y de persistir en el medio ambiente, lo que dificulta su eliminación una vez establecido, pudiendo provocar epidemias hospitalarias.

¿La resistencia bacteriana se adquiere pero también se puede transmitir, como en una epidemia?

De hecho, una bacteria puede ser naturalmente resistente a un antibiótico o a una familia de antibióticos. Esta resistencia se transmitirá a sus descendientes durante su multiplicación.

Pero una bacteria también puede volverse resistente a un antibiótico, ya sea por mutación o incluso por adquisición de un gen de resistencia. Consiste en la transmisión de un gen de resistencia de una bacteria a otra bacteria, a veces de especies diferentes, a través de elementos genéticos móviles como los plásmidos (pequeña molécula circular de ADN distinta del ADN cromosómico).

Por ejemplo, una bacteria Escherichia coli sensible puede adquirir resistencia a las penicilinas al entrar en contacto con otra bacteria resistente, Escherichia coli o incluso Klebsiella pneumoniae, que le transfiere este gen de resistencia.

A escala individual, este fenómeno se puede observar en todas las personas, especialmente si estamos expuestos regularmente a antibióticos. Una bacteria sensible inicialmente presente en un paciente puede volverse resistente con el tiempo.

En ausencia de medidas higiénicas estrictas, esta resistencia puede extenderse dentro de los servicios hospitalarios (manos del personal de enfermería, equipos médicos, superficies contaminadas, etc.), dando lugar a epidemias que pueden pasar desapercibidas si no se detectan.

Por eso hablamos de una “pandemia silenciosa”. Pero también estamos viendo cada vez más resistencia a los antibióticos en las ciudades, particularmente resistencia a E. coli a antibióticos fluoroquinolonas.

Desde este verano, los farmacéuticos pueden dispensar determinados antibióticos en casos de cistitis o amigdalitis, siempre que se realice previamente una prueba rápida. ¿Reducirá esto el consumo de antibióticos?

Esta medida se basa en la constatación de la infrautilización de estas pruebas rápidas, especialmente en la medicina comunitaria. Sin embargo, permiten distinguir en pocos minutos las infecciones bacterianas que requieren un antibiótico de las infecciones que no lo requieren, como las infecciones virales, y por tanto favorecen el uso adecuado de los antibióticos.

Otra forma de reducir el consumo de antibióticos es prescribir tratamientos antibióticos cada vez más cortos, respaldados por datos científicos sólidos. Por ejemplo, para la neumonía adquirida en la comunidad, tres días de antibióticos pueden ser suficientes en determinadas condiciones, en comparación con los siete días anteriores.

Mejor cumplimiento del tratamiento por parte del paciente, reducción de los efectos secundarios, menor riesgo de infecciones asociadas a los antibióticos como las causadas por Clostridioides difficile*, menor riesgo de aparición de resistencias al antibiótico… ¡Solo hay beneficios!

Se hicieron ajustes similares para otras patologías: en la espondilodiscitis (infección bacteriana grave de la columna, especialmente en personas mayores), la duración se redujo de 12 semanas a 6 semanas.

Aunque determinadas situaciones todavía justifican duraciones prolongadas, la mayoría de los tratamientos con antibióticos siguen esta dinámica de reducción de la duración. O cómo limitar los riesgos de aparición de resistencias garantizando al mismo tiempo la eficacia clínica.

* Ciertos antibióticos destruyen la flora intestinal normal de una persona, lo que permite el desarrollo de Clostridioides difficile, que causa diarrea.

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