Uf. Esto es lo que no podemos evitar sentir cuando terminamos de leer. Punto de fuga 2la segunda parte de la nueva trilogía de Martin Michaud. Evidentemente, esto se debe a la propia naturaleza de esta saga ambientada en pleno mercado del arte y en la que el inframundo también juega un papel importante. Es imposible resumir la complejidad de esta intrincada intriga que tiene ramificaciones tanto en el tiempo como en el espacio, ya que nos encontramos allí tanto en Charlevoix como en México o en Europa, en diferentes momentos. Sólo necesitas saber que aquí Alice, la ex policía, hija del marchante de arte en el centro de la historia, une fuerzas con el enemigo jurado de su padre para intentar encontrar a sus padres secuestrados por miembros de una secta con sede en Matamoros. , México. Uf, ¿qué estábamos diciendo…?
Entonces no hay Victor Lessard aquí. Más bien una tupida red de tramas superpuestas en función de lo que define a cada uno de los personajes principales. En primer lugar, los Lavoie, que, sin que su hija Alice lo sepa, son marchantes de arte profundamente implicados en la falsificación y el tráfico de obras robadas… lo que les ha puesto desde hace mucho tiempo en contacto con los bajos fondos italianos y más precisamente con el de Montreal. Y por otro lado Francis Lazarre, especializado en el robo y el comercio de obras de arte falsas… y que además está vinculado desde hace mucho tiempo a una “familia” siciliana. En el corazón de esta inmensa telaraña construida sobre la falsedad, encontramos dos obras, dos verdaderas telas que todos quieren tener en sus manos… Más aún siendo que son la moneda que exige la humeante secta LuzEspiritu dirigida por el abuelo de Alice. . Sí, has leído bien.
A esto hay que añadirle una historia de amor imposible que abarca varias décadas, la presencia intermitente de un fantasma, un accidente aéreo seguido de una huida desesperada a la jungla, un policía corrupto, el robo de un cuadro de un museo de alta seguridad en Zúrich, mafiosos sedientos de sangre y algunos rehenes aquí y allá… Ya habéis captado la esencia de esta obra desproporcionada, que se parece más a una historieta y a una suspenso a gran escala y con más efectos especiales que una novela. De hecho, tanto es así que te sugerimos que tomes notas para asegurarte de que lo entiendes.
Sin embargo, Martin Michaud sigue siendo Martin Michaud y muchas veces consigue sorprendernos con destellos inesperados repartidos por todas partes a través de las mallas de su historia. Esto no impide que el lector tenga en todo momento la impresión -probablemente debido a la división de la trama y al montaje de los distintos elementos que se apilan constantemente unos sobre otros- de estar inmerso en una historia escrita… para la televisión. o para el cine. Quién sabe, una vez terminada la serie, Martin Michaud quizás vuelva a sus ambiciones de novelista.
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