En la Siria post-Assad, el desafío del pluralismo

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Los sirios celebran la caída del régimen de Bashar Al-Assad blandiendo banderas de la Siria independiente, con tres estrellas rojas, en Damasco, el 13 de diciembre de 2024. SAMEER AL DOUMY / AFP

la alianza entre los reyes de Francia y los sultanes otomanos se extendió a lo largo de los siglos y se basó en intereses estratégicos compartidos. Francisco I no temía asociar a la “hija mayor de la Iglesia” con el imperio más poderoso del Islam, aunque sólo fuera para oponerse a los Habsburgo. Luis XIII justificó tal alianza por la “protección” que así concedía París a los católicos de Oriente, empezando por los maronitas del Líbano. Sus sucesores en el trono de Francia asumieron este derecho, que los sucesivos regímenes del siglo XIX también asumieron en diversas capacidades. A Léon Gambetta se le atribuye el dicho según el cual « El anticlericalismo no es un producto de exportación. »ya que la Tercera República, por secular que fuera, persistió en reclamar su misión de proteger a los cristianos orientales. Y cuando Francia obtuvo un mandato de la Sociedad de Naciones (SDN) sobre la antigua provincia otomana de Siria, en 1920 eliminó un “Gran Líbano” hecho a medida para sus “protegidos” maronitas.

Las tres estrellas de la Siria independiente

El “reino árabe” establecido en Damasco tras la caída del Imperio Otomano en 1918 había adoptado, no obstante, una Constitución respetuosa de las libertades públicas y de los derechos de las minorías. Pero la intervención del ejército francés rompió este impulso al derrocar, en 1920, el reino de Damasco. Francia no sólo institucionalizó el confesionalismo político en el Líbano, sino que también persistió en dividir Siria por motivos confesionales, con el establecimiento de un “Estado druso” en el sur y un “Estado alauita” en la costa mediterránea.

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