Es la historia de una palabra de origen nativo americano que ha llegado a todos los idiomas, cuenta con picardía Sylvain Prudhomme. Coyote, palabra migrante. Y un animal embaucador, parecido a nuestro zorro de las mitologías americanas. Hoy, también se refiere a los contrabandistas del famoso muro construido a lo largo de la frontera con México, aquellos que despluman a los desafortunados “pollos” en el camino, en busca de una vida mejor.
El escritor admite haberse convertido en una especie de coyote al llevar a los lectores en un viaje a través de su singular historia plural, inspirada en las notas que tomó en 2019 durante un informe en los Estados Unidos. Sobre todo porque, como un animal salvaje, Sylvain Prudhomme está siempre en movimiento. Silueta esbelta, gestos vivaces y conversación ultrarrápida. Lo encontramos en su casa, en Arles, en su casa sureña, mitad bohemia y mitad camping, en la planta baja repleta de enormes pilas de libros que oscilan a la espera de sus estanterías.
Apenas regresado de Israel, donde un semanario lo envió a echar su mirada de escritor sobre el país en guerra, aquí está partiendo a su propio camino, no sin haber vigilado, como un padre atento, los preparativos de las vacaciones escolares de su hijo. tren.
Pero no le digan a Sylvain Prudhomme que es un escritor de viajes, incluso de raza aparte, que sin embargo navega entre reportajes y relatos literarios, nutriéndose unos de otros y viceversa. La caricatura del aventurero tras las huellas de la rara bestia o del leñador en su cabaña, es muy poco para él.
Lo que le importa sobre todo es conocer a los demás: “Los informes son pretextos, no tengo legitimidad como experto
Senegal