Robustez en nuevas formas de aprender

Robustez en nuevas formas de aprender
Robustez en nuevas formas de aprender
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¿Cómo saber si detrás de un anciano tan desgastado no se esconde una robusta eminencia gris y si esta debilidad no es en realidad más formidable que el vigor de otro rival construido sobre la fuerza?

Según Olivier Hamant, observar los seres vivos nos enseña que las plantas son maestras de la adaptación. Su crecimiento sigue pautas precisas, no determinadas, sino moduladas en respuesta a las limitaciones que encuentran. Las plantas crecen integrando las presiones de su entorno, ya sea la gravedad, la luz o las limitaciones mecánicas, para aprovechar mejor sus recursos internos.

La robustez de un ecosistema radica en su diversidad y su resiliencia para integrar perturbaciones. Los sistemas biológicos son interdependientes: cada elemento, por frágil que parezca, contribuye al equilibrio general. Es la variedad de organismos, formas de vida y relaciones lo que hace que el conjunto sea capaz de resistir el cambio.

La humanidad puede inspirarse en esta diversidad dinámica para crear entornos de aprendizaje adaptables y flexibles. La robustez, lejos de ser una simple resistencia al cambio, es capacidad de transformación. Algunos organismos, como los líquenes, sobreviven en ambientes extremos cambiando su estructura y metabolismo. Los seres humanos también desarrollan estilos de vida resilientes al cultivar la capacidad de enfrentar desafíos colectivamente, transformando las limitaciones en oportunidades.

Los procesos de aprendizaje sólidos, como la naturaleza, se basan en desafíos que nos empujan a reinventarnos. Lejos del aprendizaje pasivo, la pedagogía del desafío promueve un aprendizaje activo, anclado en la realidad. Utiliza métodos que confrontan al alumno con situaciones complejas, obligándolo a movilizar y desarrollar sus recursos internos, a cooperar con sus pares e integrar la incertidumbre como motor de innovación.

La robustez como dinámica adaptativa: más allá de la resiliencia

La robustez, en el sentido en que la entiende Olivier Hamant, se revela en la capacidad de las plantas y de los organismos vivos de absorber los cambios y de crecer integrando sus limitaciones. En lugar de simplemente resistir, transforman su entorno, de la misma manera que un grupo humano se fortalece a través de la cooperación, transformando cada desafío en una oportunidad de crecimiento.

Las características de una forma o método de aprendizaje robusto surgen de esta idea. El aprendizaje sólido es inmersivo e interactivo, no se limita al conocimiento teórico sino que estimula la creatividad a través del juego de roles. La pedagogía del desafío, por ejemplo, introduce al alumno a enfrentar obstáculos reales e invita a soluciones cooperativas. Este método no sólo apunta al dominio académico, sino que pretende desarrollar habilidades como la resiliencia emocional, el pensamiento crítico y la flexibilidad mental, esenciales en un mundo en constante cambio.

La ecología profunda y la noción de medio ambiente: estado interno y estado externo

La ecología profunda sostiene que la naturaleza y la humanidad forman un todo inseparable, que el bienestar de una depende del respeto y la comprensión de la otra. Augustin Berque, en sus reflexiones sobre el medio ambiente, evoca un espacio donde cada ser, humano o no, vive en interdependencia.

El entorno mesológico de Berque es entonces más que un entorno; es una relación continua entre el estado interior de un individuo y el estado exterior del mundo que lo rodea. Tomemos el ejemplo de las comunidades de plantas en los bosques, donde los árboles comparten nutrientes e información a través de sus raíces, formando un ecosistema donde el individuo nutre al colectivo. Asimismo, la ecología profunda aboga por una visión en la que cada acción humana debe tener en cuenta las consecuencias sobre el medio ambiente y, por tanto, sobre nuestro propio bienestar interno. Esta visión abre un espacio de práctica para formas de aprendizaje que trascienden el conocimiento para tocar modos de estar en el mundo.

En este contexto, los facilitadores se convierten en mediadores del entorno humano. Su función es promover la conciencia colectiva y el compromiso con la interdependencia, permitiendo a los individuos reconectarse no sólo con los demás, sino también con ellos mismos, integrando una dimensión interna de transformación. A través de su apoyo, contribuyen a construir una ecología humana que fortalece la solidez de cada participante y al mismo tiempo solidifica el tejido colectivo.

Permacultura humana: un enfoque integrado para la solidez social

La permacultura humana transpone estas ideas de ecología profunda y robustez biológica a las relaciones humanas, donde cada individuo, cada comunidad, se convierte en un “recurso” para los demás, no para beneficiarse de ello sino para enriquecer un equilibrio global.

Este modelo se inspira en la observación de ecosistemas naturales donde la diversidad de insumos refuerza la solidez del sistema. Como un bosque donde cada árbol, cada insecto y cada microorganismo interactúan para fortalecer el conjunto, una sociedad que aplica los principios de la permacultura humana valora a cada persona como un recurso activo, capaz de ofrecer y recibir contribuciones ricas en diversidad.

Este concepto va más allá de simples intercambios utilitarios para construir una forma de regalo por regalo, inspirada en Marcel Mauss, donde cada miembro del colectivo hace una contribución que, a cambio, será recibida y valorada por los demás.

El papel de los facilitadores en un sistema robusto e interdependiente

Los facilitadores ocupan un lugar central en esta dinámica. No se limitan a gestionar un grupo; cultivan una ecología humana facilitando interacciones significativas y apoyando la autenticidad de cada participante.

Inspirados por estrategias de adaptación a la vida, los facilitadores alientan a los grupos a reorganizarse frente a los desafíos, adaptar sus recursos e integrar las tensiones como fuerzas positivas. Las características de una facilitación sólida incluyen la capacidad de acoger los conflictos, fomentar la creatividad y fomentar relaciones basadas en la reciprocidad y el respeto mutuo. Los facilitadores, al adoptar un enfoque de ecología profunda, trabajan para transformar cada interacción humana en una oportunidad de aprendizaje, donde el estado interior de cada participante enriquece el estado exterior del colectivo. Este enfoque hace posible crear grupos donde los vínculos sean lo suficientemente flexibles para integrar las diferencias y lo suficientemente fuertes para resistir la presión.

Sinergia entre robustez biológica y social: hacia un modelo vivo

Observar los seres vivos nos invita a repensar nuestros modos de relacionarnos integrando principios de interconexión, diversidad y transformación. Al combinar robustez, permacultura humana, la noción de medio ambiente y ecología profunda, estamos desarrollando una pedagogía de la complejidad, donde la capacidad de adaptación se vuelve central.

Este modelo de vida alimenta una transformación interior, donde cada individuo aprende a aceptar los desafíos no como obstáculos, sino como recursos para explorar e integrar para crecer en interacción con los demás.

Las transformaciones internas, guiadas por estos principios, fortalecen nuestra capacidad de crear sistemas humanos donde la interdependencia, la diversidad y la autenticidad sean fuentes de solidez. Al reapropiarse de estos valores, cada miembro del grupo contribuye a la creación de una ecología humana sostenible, abierta a los desafíos y dispuesta a evolucionar en un mundo en constante cambio.

Fuentes

Berque, A. (2000). Écoumene: Introducción al estudio de los entornos humanos. Belín.
https://www.decitre.fr/livres/ecoumene-9782701199511.html

Cristol, D. (2022). Pedagogía de los desafíos: una aproximación al aprendizaje activo. Hal

Hamant, O. (2020). La planta en el medio: cómo el crecimiento de las plantas nos enseña a transformar las limitaciones en recursos. Actos del Sur.

Mauss, M. (1950). Ensayo sobre el don: Forma y motivo del intercambio en las sociedades arcaicas. Prensas Universitarias de Francia. https://www.decitre.fr/livres/ssais-sur-le-don-9782130855842.html

Naess, A. (1973). El movimiento ecológico superficial y profundo de largo alcance. Un resumen. Investigación, 16(1), 95-100.

Senge, PM (1990). La quinta disciplina: apalancamiento de las organizaciones de aprendizaje
https://www.decitre.fr/livres/la-cinquieme-disciplina-9782212559378.html


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