Se mantiene la calificación, pero persisten las incertidumbres
En un contexto económico delicado y una situación política inestable, Francia se benefició de una buena noticia: la agencia de calificación S&P decidió, a finales de noviembre de 2024, mantener su calificación crediticia en “AA-”, con una perspectiva “estable”. Este anuncio fue recibido como un alivio por parte del gobierno (obligado a dimitir el 4 de diciembre de 2024), tras las sucesivas rebajas de la calificación francesa por parte de otras agencias como Fitch y Moody’s. En octubre de 2024, este último había rebajado las perspectivas de Francia de “estable” a “negativa”.
En su comunicado de prensaS&P acogió con satisfacción los intentos del gobierno de “reducir el déficit y restaurar nuestras finanzas públicas”precisando al mismo tiempo que Francia podría encontrar dificultades para alcanzar sus objetivos presupuestarios a corto plazo debido a la inestabilidad política. “A pesar de la incertidumbre política, esperamos que Francia cumpla – con retraso – el marco presupuestario de la Unión Europea y consolide gradualmente sus finanzas públicas a medio plazo”explicó la agencia.
Mayor presión sobre las finanzas públicas
A pesar de mantener la calificación, la situación económica de Francia sigue siendo precaria. El país se enfrenta a un déficit público colosal, estimado para 2024 y 2025 en casi 100 mil millones de euros adicionales respecto a las previsiones iniciales. Esta situación ha alimentado una fuerte preocupación en los mercados, acentuada por la incertidumbre política en torno al presupuesto y las reformas necesarias para estabilizar las finanzas públicas.
La brecha de rendimiento de la deuda francesa en comparación con la deuda alemana alcanzó recientemente niveles alarmantes, subiendo brevemente a 90 puntos básicos, el nivel más alto desde 2012. Este fenómeno refleja la creciente desconfianza de los inversores hacia las perspectivas económicas de Francia. Según Ninon Bachet, estratega de Société Générale, “Sean cuales sean los escenarios, creemos que el rango de diferenciales de la deuda francesa seguirá siendo mucho más alto que durante el período preelectoral”.
Esta tensión en el mercado puede explicarse por la aparente incapacidad de la clase política para proponer una solución creíble para restaurar las finanzas públicas. “Hay una gran preocupación en el mercado, y no es una preocupación por el déficit de 2025, sino más bien por el proceso, por la incapacidad de Francia para diseñar un ajuste presupuestario”subraya un observador de la situación económica.
Las tensiones en los mercados son palpables, y los diferenciales de tasas reflejan el creciente clima de desconfianza entre los inversores extranjeros, algunos de los cuales, como los inversores institucionales japoneses, comenzaron a desinvertir en deuda francesa este verano.
El riesgo de una espiral preocupante
Si bien el mantenimiento de la calificación de Francia por parte de S&P puede parecer tranquilizador a primera vista, algunos expertos señalan que esta decisión podría tener, en última instancia, efectos contraproducentes. De hecho, después de varias rebajas de calificación, el país había logrado mantener su condición de emisor de alta calidad en los mercados. Pero hoy este estatus está cada vez más debilitado. “Francia ha pasado a otro mundo desde la disolución”señala un analista financiero, refiriéndose a los caóticos debates presupuestarios y a la incapacidad de los líderes políticos para proponer una solución creíble a la crisis.
El coste de la deuda francesa ha aumentado así significativamente: actualmente cotiza a niveles correspondientes a una calificación dos niveles inferior a la calificación actual. Esta situación refleja la desconfianza de los inversores respecto de la evolución futura de las finanzas públicas francesas. Para los economistas, este fenómeno podría conducir a una espiral de desconfianza, con inversores que, más allá de un cierto umbral de aceptabilidad, podrían decidir vender masivamente sus bonos franceses.
La decisión de S&P es, por tanto, un alivio temporal, pero Francia aún debe convencer a los mercados de que es capaz de restablecer sus finanzas públicas a medio plazo. La reapertura de las subastas de bonos del Tesoro en enero podría constituir una prueba decisiva para el futuro de la deuda francesa.
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