Con la crisis económica, las mujeres paquistaníes invierten en el mercado laboral – Mi Blog
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Con la crisis económica, las mujeres paquistaníes invierten en el mercado laboral – Mi Blog

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Amina Sohail, conductora de un taxi en motocicleta en Bykea, un proveedor local de servicios de transporte, habla con la AFP en Karachi el 19 de agosto de 2020 en Pakistán (Rizwan TABASSUM)

Con guantes y casco sobre su rugiente moto en la megalópolis de Karachi, Amina Sohail llama la atención: en Pakistán, con la crisis económica, cada vez más mujeres entran en el mercado laboral.

Con su mototaxi cubierto de tela de camuflaje, esta paquistaní de 28 años es la primera mujer de su familia en trabajar.

“No me importa lo que piense la gente, no hablo con nadie e ignoro a quienes me silban, simplemente hago mi trabajo”, dijo a la AFP.

Antes, cuando su padre tuvo que dejar de trabajar porque enfermó, “pasamos hambre”, recuerda. “El ambiente en casa era angustioso”, recuerda, para la familia que tuvo que pedir ayuda a familiares.

“Fue entonces cuando me dije que tenía que trabajar”, ​​continúa. Y desde entonces, “hemos podido comer dos o tres veces al día”.

Un desafío en Pakistán en medio del caos político, donde la economía sobrevive gracias al soporte vital del Fondo Monetario Internacional (FMI) y a préstamos de países amigos.

La inflación, que recientemente alcanzó niveles récord, ha aumentado oficialmente el precio de los productos alimenticios en un 100% y las facturas de electricidad y gas en un 300% en un año.

Al incorporarse al mercado laboral, Sohail ha cambiado sus ingresos, pero también, según ella, su “punto de vista”. “Mi visión del mundo se ha ampliado”, afirma.

– “Marie ella” –

Según la ONU, sólo el 21% de las mujeres paquistaníes trabajan: la mayoría en el sector informal y la mitad ayudando a sus familias en los campos.

Pero la brecha entre los símbolos y la realidad sigue siendo amplia: en 1988, Pakistán se convirtió en el primer país musulmán de la era moderna gobernado por una mujer.

En la actualidad, las empresarias paquistaníes aparecen regularmente en las listas de Forbes de las personas más influyentes, y el ejército y la policía cuentan con varias empresarias de alto rango.

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Pero en muchos hogares aún reina el conservadurismo.

“Soy la primera mujer de mi familia que trabaja, tanto por parte de padre como de madre”, subraya orgullosa Hina Saleem, de 24 años, telefonista en una fábrica de artículos de cuero de Karachi, el centro industrial de Pakistán.

Pero aunque su madre la apoyó después de la muerte de su padre, los miembros de la familia extensa trataron de disuadir a su hermano menor.

“Mis tíos le dijeron que la casara”, contó a la AFP. “Mi madre estaba bajo mucha presión”, añadió, pues sus familiares temían que buscara una relación romántica al irse tanto de casa, en lugar de aceptar un matrimonio concertado.

A Anum Shahzadi, de 19 años, que trabaja en la misma fábrica, sus padres la animaron a trabajar después de terminar la escuela secundaria.

“¿Para qué graduarse si no puedes ser independiente?”, dice la mujer que ahora aporta el ingreso familiar junto a su hermano.

Bushra Khaliq, de la ONG Mujeres en Lucha por el Empoderamiento (WISE), ve “un punto de inflexión” en los derechos políticos y económicos de las mujeres en Pakistán, principalmente en la clase media urbana, y una “oportunidad” en la actual crisis económica.

“Hasta ahora, la sociedad les ha dicho que casarse y cuidar de su hogar era su principal objetivo en la vida”, explica a la AFP.

– “Somos socios” –

Mientras que Anum Shahzadi comenzó a trabajar a los 19 años, Farzana Augustine recibió su primer salario el año pasado a los 43 cuando su esposo perdió su trabajo debido al Covid-19.

“Mi mujer tuvo que hacerse cargo”, explica este último, Augustine Saddique. “No hay nada triste en ello: somos socios y nos encargamos de esta casa juntos”, afirma este cristiano de 45 años.

Sus hijos, en cambio, “no le dicen a nadie que su madre trabaja, no les gusta”, explica Farzana Augustine.

Karachi –donde oficialmente viven 20 millones de personas, aunque probablemente más en realidad– su puerto y su vasta zona industrial atraen a inmigrantes y empresarios de todo el país con la esperanza de que un empleo les ayude a ascender en la escala social.

Zahra Afzal, de 19 años, se mudó con su tío hace cuatro años.

Sus padres acababan de morir y ella abandonó su aldea en el corazón agrícola de Pakistán para cuidar a los niños de familias de Karachi.

“Si otros miembros de la familia hubieran acogido a Zahra, ella ya estaría casada”, asegura con bastante orgullo su tío Kamran Aziz.

Él, por el contrario, “decidió con (su) esposa ir contra la corriente y educar a (sus) hijas para que aprendieran a valerse por sí mismas antes de casarse”.

Por su parte, Zahra Afzal está orgullosa de una cosa: hoy su hermana y su prima la consideran un modelo a seguir.

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