Aunque el riesgo inflacionario parece todavía contenido, los bancos centrales podrían verse obstaculizados en los próximos meses por la incertidumbre actual.
Las elecciones estadounidenses han quedado atrás y han dado su veredicto con la reelección de Donald Trump y una probable mayoría republicana en el Congreso. Si esta incertidumbre ha desaparecido, persisten otras: ¿qué programa puede o va a poner realmente en marcha? ¿Qué medidas de represalia tomarán otros países en caso de fuertes aumentos de los derechos de aduana? ¿Qué impacto tendrá sobre las tensiones geopolíticas actuales? Muchas preguntas que esperarán meses para encontrar respuestas.
Hay una cosa en la que podemos tener un alto grado de confianza: Estados Unidos no está cerca de cerrar su agujero presupuestario, y se espera que el gasto aumente en 5,8 billones de dólares en los próximos 10 años, mientras que el déficit ya se estima en 6,5%. este año y 2025. Por lo tanto, esta cifra podría aumentar hasta el 8%, o incluso más en los próximos años, algo sin precedentes para una economía estadounidense que, a pesar de todo, sigue cerca del pleno empleo.
Esto debería reforzar las tendencias que se vienen aplicando desde hace varios meses:
- Sólido crecimiento americano, respaldado por un consumo que continúa aumentando alrededor del 4% anual.
- Un lento crecimiento europeo, aún lastrado por los problemas de sus dos principales economías: Francia y Alemania. Los indicadores adelantados no prevén ninguna mejora en el horizonte visible, incluso si el aumento de los salarios reales devolviera gradualmente cierto vigor al consumo.
- Y, por último, un Gobierno chino que, por su parte, debería proseguir sus esfuerzos en materia de estímulo fiscal para invertir la espiral negativa de su mercado inmobiliario y luchar contra los probables aumentos de los derechos de aduana estadounidenses. La primera ronda de medidas anunciadas hace unas semanas parece estar empezando a dar frutos.
En términos más generales, aunque el riesgo inflacionario parece todavía contenido, los bancos centrales podrían verse obstaculizados en los próximos meses por la incertidumbre actual. La Reserva Federal, en particular, tendrá que modificar su discurso: en primer lugar, porque la economía estadounidense va bien y su mercado laboral no parece estar deteriorándose significativamente, pero también, en segundo lugar, como reacción a las medidas potencialmente inflacionarias de la administración Trump. El BCE, al que no le gusta descorrelacionar su política monetaria con la de la Reserva Federal, podría por su parte tener que elegir entre mantener un sesgo restrictivo o aceptar una caída del euro con sus consecuencias para la economía.
Los mercados de bonos actualmente anticipan tasas terminales cercanas al 4% en Estados Unidos y al 2% en la eurozona. Consideramos que esto es restrictivo en ambas zonas pero indudablemente necesario en un mundo donde las políticas fiscales son tan acomodaticias.
En este contexto, nos parece saludable afrontar los próximos meses con sesgos medidos. Mantenemos nuestro sesgo positivo en los mercados de valores con una clara preferencia por las acciones estadounidenses por múltiples razones: una mejor economía, futuros recortes de impuestos, un crecimiento de ganancias con el que soñaría la zona euro y una innovación siempre presente. Por el lado del crédito, y a pesar de que los diferenciales siguen siendo bajos, mantenemos un sesgo bastante positivo, ya sea en grado de inversión o en alto rendimiento. Por último, estamos aprovechando la actual subida de tipos para reforzar progresivamente la sensibilidad de nuestras carteras con preferencia por la zona euro.