El médico de familia contra el aumento de costes

El año pasado, un nuevo aumento de las primas provocó reacciones de todos los partidos, cada uno de los cuales denunció a los responsables. El PS atacó a las farmacéuticas, el Centro atacó a los hospitales, la UDC atacó el control estatal y la inmigración. El PLR quería introducir un seguro médico “presupuestario”. Por parte de Zurich se habló de una supresión pura y simple de la obligación de seguro. Los diputados francófonos en las cámaras pidieron la creación de una “región sanitaria francófona”.

El omnipresente presidente del Sindicato Suizo acaba de anunciar que quiere lanzar una iniciativa para un fondo único, probablemente cantonal. Es dudoso que el USS esté aquí desempeñando su papel.

Finalmente, tras las dos iniciativas rechazadas en junio, el 24 de noviembre votaremos el proyecto del Consejo Federal para la financiación uniforme de los cuidados (EFAS).

En la práctica, una multitud de propuestas de medidas localizadas van acompañadas de llamados a revolucionar el sistema. La realidad es que nadie tiene una solución milagrosa, ya que la dinámica del aumento de precios parece implacable. El envejecimiento de la población pesará cada vez más sobre los costes sanitarios. Al mismo tiempo, la pugnacidad natural de los seres humanos ante la muerte y el sufrimiento impulsa los avances en la medicina: más técnicos, más eficaces, pero más costosos. Uno se pregunta si realmente se puede ganar esta lucha financiera.

La propuesta de “revalorizar el papel del médico de familia” surge periódicamente. Creemos fundamentalmente en ello. El médico de cabecera conoce a su paciente y tiene su confianza. Lo sitúa en su constelación familiar, anticipa las dificultades y sabe reconducir las elecciones. Se dice que practica la “medicina de atención primaria”. A menudo también es el último recurso. Cuando su paciente desespera de que lo atiendan, recurre a su médico de cabecera. Antes y después de un fallecimiento, el médico de cabecera suele acompañar a toda la familia. Su papel social y preventivo es de primer orden.

Revalorización

La necesaria revalorización del médico de familia no debe, sin embargo, convertirse en uno de esos mantras que adora la política suiza –como la “revalorización del aprendizaje”– y convertirse en una afirmación compartida por todos, pero aplicada por nadie. Esta revalorización debe ser, ante todo, financiera. Aunque esto signifique una reducción de los ingresos de los especialistas. Debe ser moral y simbólico: el papel social aquí tiene prioridad sobre las habilidades técnicas de vanguardia. Que este mensaje se recalque desde el primer año de medicina.

El médico de familia es emblemático de la medicina local, plasmado en nuestra vida cotidiana. Está a la vanguardia de la prevención. Una reforma bienvenida sería que cada vaudois se beneficiara, excluyendo la franquicia, de una consulta anual con un médico de cabecera. ¿Por qué no por iniciativa de los municipios? Los ahorros a largo plazo serán sustanciales.

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