“Aún hay tiempo para asumir la responsabilidad. Depende de usted decir si quiere salir de esta prueba con la cabeza en alto”

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En el lugar del accidente del tren de pruebas TGV que descarriló y se estrelló el 14 de noviembre de 2015, matando a once personas, en un canal en las afueras de Eckwersheim, cerca de Estrasburgo. Aquí, 15 de noviembre de 2015. VICENTE KESSLER / REUTERS

“En el momento del accidente, Yo estaba de pie. Hubo una fuerte sacudida lateral y luego sentí una sensación extraña y desconocida. » Julien Fay es reparador de TGV, estaba en el penúltimo vagón del tren que, el 14 de noviembre de 2015, realizaba pruebas en el tramo final de la línea de alta velocidad entre París y Estrasburgo antes de abrirse al público. Relata el momento en que el tren, al llegar demasiado rápido a una curva, volcó. “Sentí que mis pies se levantaban rápidamente, vi que todo el remo se levantaba. Un colega intentó atrapar una computadora que se resbalaba. Y entonces me dije: “Joder, salgamos”. Lo que vivimos ese día es indescriptible. »

Del martes 30 de abril al viernes 3 de mayo, varios supervivientes del accidente del TGV Est supieron describir, al mando del 31mi sala de lo penal del tribunal de París, cómo se veía un descarrilamiento a casi 250 kilómetros por hora. Con palabras crudas y contundentes, las antípodas de las contorsiones verbales y las fórmulas vacías pronunciadas los días anteriores por los representantes de la SNCF y sus dos filiales, Systra y SNCF Réseau, juzgados por “homicidios involuntarios” y que negaron cualquier responsabilidad.

A bordo del TGV averiado se encontraban cincuenta y tres personas: dieciocho empleados de SNCF, Systra y SNCF Réseau que realizaban las pruebas, y treinta y cinco invitados, todos familiares del primero, autorizados a asistir. Murieron once personas: nueve empleados y dos invitados. Los otros cuarenta y dos resultaron heridos más o menos graves.

“Veo a mi esposa, no contesta”

Durante tres días, el tribunal escuchó a algunos supervivientes relatar el choque del accidente, los cuerpos arrojados contra los asientos y contra las paredes, los cristales rotos, el ruido ensordecedor del tren rozando el suelo, el agua y el barro que se precipita Cuando los tres coches terminan su recorrido en un canal debajo de la vía, el frío y el miedo a morir ahogados se apoderan de sus ocupantes aún vivos, el silencio de muerte y luego los primeros gemidos. Y visiones de horror.

“Veo a mi esposa, con la cabeza hundida en un asiento, no responde. Veo a mi cuñada en la parte trasera del tren, doblada y con la espalda rota en dirección contraria”, dice Patrick Rolland, sacudido por las lágrimas. Había sido invitado a las pruebas, con su mujer y sus hijos, por su hermano Alain, empleado de Systra, fallecido en el accidente. Thomas Rolland, su hijo, que entonces tenía 13 años, habla de la “trozos de carne humana” por todas partes a su alrededor. Lydie Guyot cuenta la historia “dolor inaguantable” que siente justo después del desastre: “Con cada respiración, siento que mis costillas hacen “clac clac”. »

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