En los primeros tiempos del cine, las limitaciones tecnológicas hacían que las películas solo se pudieran rodar en blanco y negro. Los primeros procesos de coloración, como el Technicolor, eran muy caros en aquella época. La restauración de películas en blanco y negro permitió al público disfrutar de clásicos en color como Juana de Arco (1916) y El fantasma de la ópera (1925). Algunos cineastas modernos han optado por rodar sus propias películas en blanco y negro por razones artísticas. Este es el caso de Toro salvaje de Martin Scorsese, La lista de Schindler de Steven Spielberg y La Haine de Matthew Kassovitz.
La coloración de películas se hacía primero con tintes. Los artistas tenían que colorear químicamente la película, fotograma a fotograma. En la década de 1980, la primera técnica de coloración digital revolucionó los procesos de restauración. Los técnicos escaneaban películas en blanco y negro y luego aplicaban colores a cada objeto con un software y un pincel digital. Se requería un análisis detallado de la película en blanco y negro para obtener información sobre los colores utilizados. Este proceso fue adoptado por varias compañías de producción, pero fue controvertido debido a la falta de autenticidad de la restauración. Hoy en día, el software moderno y la inteligencia artificial permiten lograr una restauración de video de alta calidad.
Los cineastas buscaron añadir color a sus películas hacia finales del siglo XIX. (…)
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