Aunque la crisis agrícola no ha terminado, los sindicatos y sectores instan al nuevo primer ministro a volver a poner la agricultura en lo más alto de la lista de prioridades, nueve meses después de una movilización histórica en el campo.
“No importa cuál sea su currículum o lo que hizo hace 15 años, lo que me importa es que se pronuncie muy rápidamente, en 15 días, sobre las medidas de emergencia que se deben implementar después de las malas cosechas de este año. Pero también sobre cuestiones a medio plazo sobre el futuro de la agricultura”.Poco más de 24 horas después del nombramiento de Michel Barnier como primer ministro, y aunque los actores del mundo agrícola han sido de los primeros en reaccionar a su llegada, Arnaud Rousseau, presidente de la FNSEA, lo confirma: el perfil del nuevo inquilino de Matignon, al frente del Ministerio de Agricultura entre 2007 y 2009 con Nicolas Sarkozy, es bastante bien recibido por el sindicato agrícola mayoritario, así como por los Jóvenes Agricultores.
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Europeo convencido, dos veces comisario europeo y principal artífice de las difíciles negociaciones del Brexit, conoce de memoria los misterios de Bruselas. Una auténtica ventaja para una parte de la economía francesa cuyo destino y apoyo financiero se deciden en gran medida en Bruselas. De hecho, con más de 9.000 millones de euros al año, la agricultura francesa es uno de los primeros beneficiarios de la Política Agrícola Común (PAC). “Se trata del primer presupuesto europeo, por lo que las cualidades de Michel Barnier serán muy útiles”Así lo afirma Dominique Chargé, presidente de la Cooperación Agrícola, que agrupa a 3 de cada 4 agricultores.
Este último tuvo la oportunidad de tener a Michel Barnier como interlocutor durante los dos años que pasó en la calle de Varenne. “Allí donde fue dejó una muy buena imagen porque lideró temas muy complejos, como la transferencia de más de mil millones de dólares en subsidios europeos de los sectores cerealeros a los ganaderos, evitando grandes enfrentamientos”, añade el funcionario. “Es un hombre de convicciones, con gran profundidad de pensamiento y capaz de aunar posiciones opuestas en pos del interés común”..
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Estas cualidades serán esenciales en un mundo marcado por exigencias contradictorias, entre los imperativos de ecologizar y descarbonizar las explotaciones agrícolas y la presión social para mantener los precios cada vez más bajos. Pero también para encontrar por fin la receta que cure los males de los agricultores, desde la sobrecarga regulatoria hasta la falta de ingresos y los efectos del cambio climático.
Del lado de otras organizaciones sindicales, algunas reacciones son más variadas. Como la de la Confederación Campesina, el tercer sindicato agrícola francés y anclado en la izquierda, que denuncia la elección de Emmanuel Macron, “una negación democrática que va en contra de los resultados de las elecciones legislativas”El sindicato pide ser recibido lo antes posible por el nuevo jefe de Gobierno, para dar marcha atrás en algunas promesas hechas por el ejecutivo saliente, como la de facilitar la retención de agua para paliar los efectos de las sequías recurrentes.
Poniendo los temas agrícolas de nuevo en primer plano
Por último, algo poco común dado que en Francia ecología y agricultura se oponen a menudo (y a veces artificialmente) la elección de Michel Barnier ha sido acogida con buenos ojos por algunas asociaciones ecologistas y medioambientales. “Hay que reconocer que Michel Barnier, como ministro de Agricultura, supo resistir las presiones, en particular de la FNSEA, durante las negociaciones de Grenelle sobre pesticidas (en 2007, NdR)”, afirma la asociación de protección del medio ambiente Générations Futures. “Mantuvo los objetivos de reducción de pesticidas del Plan Ecophyto y su indicador de referencia, el NODU. En esa época, también abrió su ministerio a las asociaciones medioambientales, rompiendo así con la cogestión tradicional entre el Estado y los sindicatos agrícolas dominantes”.
Por mucho énfasis que tengan las reacciones, los principales actores del campo francés tienen una única prioridad: volver a poner en el centro del debate público las cuestiones agrícolas, borradas del mapa tras las elecciones europeas y la disolución sorpresiva que quiere Emmanuel Macron. Y eso a pesar de la inmensa movilización del campo a principios de año.
Entre las urgencias que han puesto de manifiesto la FNSEA y la JA, se encuentran la de responder, en particular a través de facilidades de tesorería y préstamos subvencionados, a las dificultades financieras de los ganaderos afectados por enfermedades epizoóticas (lengua azul, enfermedad hemorrágica epizoótica, etc.). Pero, sobre todo, la de incorporar en el futuro proyecto de ley de finanzas los presupuestos de determinadas medidas prometidas por el gobierno saliente. Se trata, por ejemplo, de la relativa al apoyo a la cría (plan de soberanía ganadera, etc.), así como de la renovación del sistema TODE que exime de las cotizaciones patronales a los empleadores de trabajadores agrícolas temporeros. O medidas para facilitar la transmisión de las explotaciones agrícolas, principal objetivo de la ley de orientación agrícola que quedó pendiente tras la disolución… y el mayor reto de la década para la agricultura francesa.
