“Nunca he sido tan feliz” proclama Bryan Johnson, a cinco minutos de la conclusión de Don’t Die: el hombre que quiso ser eterno. Disponible en Netflix desde el 1 de enero, este documental de casi hora y media profundiza en el día a día de este millonario estadounidense de 47 años que se propuso en 2021 frenar su envejecimiento e incluso rejuvenecer. Un proyecto llamado “Blueprint” que publicita con éxito, sobre todo a través de las redes sociales: 1,3 millones de suscriptores en su canal de YouTube, 1,2 millones en su cuenta de Instagram y unos 260.000 en TikTok.
¡Pero qué diablos! nos decimos a nosotros mismos, viendo cómo se desarrolla la vida de Bryan Johnson. El tipo se lo pasa, en su choza californiana que parece un laboratorio, obedeciendo a un algoritmo, controlando sus constantes, planificando cuidadosamente sus días, desde levantarse a las 4:30 hasta acostarse a las 20:30, que están marcados por el deporte, la ingesta de una cantidad astronómica de complementos alimenticios (hasta más de un centenar) junto con la comida, el uso de multitud de tecnologías (luminoterapia, electroestimulación, casco LED, etc.) y otras inyecciones de hormona de crecimiento, colágeno, botox. Sabiendo que, además de esta rutina, Johnson y su equipo de médicos toman regularmente la tangente hacia experimentos arriesgados: ingesta de inmunosupresores, té
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